Pánico. Miedo cerval. Angustia por las cuatro esquinas. Desgarradora esa foto en Ferraz intervenida. Temor muy razonable ante nuevas incautaciones sospechosas. No solo en el PSOE ni en Iruña. Queda mucho ovillo por desenmarañar. Hay demasiados móviles descriptados. Y otros aguardan turno. Queda asegurada una envenenada mezcla de desquiciamiento, revancha y repugnancia. De inmediato, ya asoma amenazante el carrusel de las próximas comparecencias judiciales del abominable triángulo tóxico. Dinamita. La tentación de los imputados de disparar contra piezas de caza mayor y así enmarañar sus abyectas artimañas. O, tal vez, como el ínclito Cerdán, para proclamar con templanza controlada su inocencia y enjaretar las exculpaciones de su pirámide fraudulenta.

Aquellas gargantas profundas que fueron advirtiendo de este devastador cataclismo socialista, en medio de descalificaciones hacia periodistas y la UCO, auguran revelaciones estremecedoras. Y todas escupen hacia arriba. En la sede del PSOE y, a partir de ahora, en La Moncloa solo hay espacio para la ansiedad. La única obsesión no es la moción de censura ni siquiera los informes cruzados sobre el apagón o la OPA del BBVA. La intriga compartida de cada madrugada se reduce a saber la magnitud del nuevo escándalo y su instigador. Vienen a por nosotros, se oye decir. Quedan muchos capítulos por airearse. Lo admiten incluso quienes llegaron hasta la mofa simplista para negar las primeras evidencias. Esos que ahora empiezan a bajarse del barco.

Sánchez comienza a percibir su creciente soledad. Nunca imaginó tamaño calvario. Nada comparable con las causas judiciales en su familia. El presidente acusa la rabia del fracaso. Insoportable en su escala de vanidad. Ve su credibilidad más rasgada que nunca, aunque la verdad nunca ha sido su virtud más primorosa. Cuesta creer, y sin animosidad alguna, ese desapego que reitera hacia las andanzas de sus dos aborrecibles secretarios de Organización, ahora enfangados. Él, que destituyó a Ábalos por los incontables rumores sobre sus comisiones sospechosas y vida disoluta, pero al que luego acogió en su seno. Él, que ha tenido en Cerdán a un fiel perro presa, a la mano de hierro con los herejes del sanchismo, a la voz de su amo en maquinaciones sinuosas. Por eso la UCO fue ayer a Ferraz. Atribulado, enrocado como único salvador contra esa derecha a la que teme en las urnas, busca un cortafuegos diletante. Solo ha encontrado el pulso estéril contra la OTAN.

Ábalos ya no puede contenerse viendo su irremediable caída a los infiernos del deshonor. Abandonado a su triste suerte, atrapado en su ignominia, resulta una bomba andante que busca ajustar cuentas, presidente incluido. Koldo, el epicentro del seísmo, tampoco quiere morderse la lengua. Morir matando. Jamás un vigilante de vertederos desestabilizó por sí solo el Gobierno de un país. Ni tampoco un matón de discoteca intimidó sobremanera tantos ministerios. Estaba apadrinado.

Compartir el destino

En la Corte que se hace oír solo hay apuestas sobre la fecha del adelanto electoral. Este Madrid de mayoritaria influencia ayusista ya ha escrito sin demora la esquela política de Sánchez presidente. En su reflexión, salpicada de una cierta lógica, convienen en señalar que cuesta imaginarse el devenir normalizado de una legislatura hasta 2027 bajo la convulsión diaria de nuevas mordidas, engaños, golferías varias y gobernantes señalados. Muchos socialistas comparten este augurio. En Podemos, por supuesto, se frotan las manos sobre todo viendo la sumisión plañidera de Sumar. Pero en la mayoría del bloque de la investidura hay ganas de pelea –por supuesto, interesadas–, al menos hasta que el vómito de la corrupción sea éticamente inasumible. No está lejos aunque ahora ahorma un dique de contención para retrasar el éxito que presupone un PP desbocado y olvidadizo de sus clamorosas debilidades con la corrupción.

Paradójicamente, el altavoz de tanta miseria humana opaca en informativos y conversaciones cafeteras el alcance de otras decisiones de hondo calado. Ocurre con la coincidencia entre el hallazgo de la enésima desfachatez de Cerdán y el agrio enfrentamiento entre el Gobierno, Redeia y las poderosas eléctricas sobre las causas reales de aquel histórico apagón, que ahora aparece lejano. Otro tanto con la expectante decisión ministerial sobre la OPA al Sabadell, que augura reacciones nada amigables a tenor de las últimas sensaciones. Tampoco extrañaría que su indudable trascendencia quedase relegada si en ese mismo día alguien vuelve a tirar de ese ovillo pestilente.