Trump ha impuesto una OTAN a su medida y al servicio de su simplista concepción materialista de la Defensa, obligando bajo amenazas a sus 32 miembros a alcanzar el 5% de su PIB en gastos vinculados a la defensa en los próximos 10 años. Una estrategia que utiliza la necesidad de seguridad y capacidad de defensa como McGuffy para desviar cientos de miles de millones de los ciudadanos europeos a las exigencias del oligopolio de la industria militar de EEUU. Lo han advertido los propios conglomerados de la industria militar europea. Un acuerdo impuesto para el que ha sido fundamental el papel servil y sumiso del actual secretario general de la Alianza, el ex primer ministro neerlandés, Mark Rutte, ridículo en sus elogios hacia los supuestos logros de Trump y humillantemente súbdito con sus exigencias. Su mayor mérito político ha sido dejar Países Bajos en manos de la extrema derecha y humillar a los países del sur europeo –Grecia, Italia, España y Portugal–, con las siglas PIGS, traducidas a cerdo en la palabra inglesa. Que un tipo así siga viviendo de la alta política solo se entiende desde ese perfil rastrero con el espinazo doblado ante el poderoso. Los ciudadanos europeos están cada vez más solos y Europa lo tiene cada vez peor. Las posiciones políticas y los discursos públicos de sus representantes institucionales –Von der Leyen, Kallas y el propio Rutte–, tienen poco o nada que ver con las necesidades reales de la ciudadanía de la UE. Esta última cumbre de la OTAN ha sido otra muestra más del progresivo deterioro de Europa y de su papel en la geopolítica internacional, arrinconada en un muy secundario plano y siempre al servicio de otros intereses. Al menos en esta ocasión, la posición de Sánchez, aferrándose a su decisión de elevar el gasto en defensa hasta el 2,1% en lugar del 5%, aunque haya firmado igualmente el comunicado final de los miembros de la OTAN, es acertada. ¿Por qué el 5% y no el 7%? ¿Por qué una cifra que ni siquiera ha sido justificada de forma alguna debe convertirse en una orden asumida en silencio? ¿Por qué hay que volver a recortar y disminuir el Estado de Bienestar como ya ocurriera con las políticas de recortes y de austeridad tras la crisis inmobiliaria de 2008 y la financiera de 2011 para satisfacer las ansias del neoliberalismo de los mercados a costa de destinar cientos de miles de millones a los intereses de la guerra? No hay consecuencia buena para la Humanidad en la guerra. Nunca la ha habido. La guerra es, ante todo, un cuestión de poder y un gran negocio. Pero a los beneficiarios de ese poder y de ese dinero les pilla lejos siempre la guerra. Nunca pierden. El sufrimiento no va con ellos. Ni ninguno de los que alimenten las condiciones para una guerra. Las exigencias de aumento del gasto militar y el lenguaje belicista marcan un camino de futuro a los sones de los tambores de guerra del pasado. Desconfío de la OTAN, de su belicismo y de los objetivos que dice defender. Su historial no es muy edificante ni política ni éticamente con operaciones que han dejado por todos los continentes un reguero de miles de muertos y matanzas indiscriminadas de niños, mujeres y ancianos. Asusta la ausencia de más voces discrepantes con el pensamiento único y la exclusión de la ciudadanía europea de unas decisiones ya adoptadas mucho antes de esta cumbre de la OTAN.
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