Como el resto de Estados Unidos, Nueva York está experimentando cambios inimaginables hace tan solo unas pocas semanas y lo que ocurre en la mayor ciudad norteamericana, al igual que la evolución en el resto del país, no solamente puede indicar un replanteamiento de alianzas y fidelidades políticas, sino un profundo cambio de las estructuras sociales que, por el momento, nadie parece capaz de interpretar con seguridad. El alcalde de Nueva York, al frente de un conglomerado urbano de 12 millones de habitantes, tiene unas responsabilidades y un simbolismo mayor de lo que generalmente se espera de un líder municipal, en parte porque preside una comunidad peculiar que es un centro económico mundial, referente para las inversiones y la banca internacionales.
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Es además un lugar progresista, que otorga normalmente su voto a los candidatos del partido demócrata, tanto en elecciones locales como federales y es también la ciudad con mayor población judía del mundo, estimada en unas 900 mil personas, casi el doble que Jerusalén, donde vive aproximadamente medio millón de judíos.
Esta población judía de la ciudad representa el 8.5% y deja una fuerte huella económica y cultural debido a su presencia en el mundo de las inversiones de Wall Street y en medios informativos como el diario New York Times.
Los resultados de las elecciones primarias municipales la semana pasada parecen contradecir el perfil de la ciudad y muchos se preguntan ahora si es el síntoma de nuevos planteamientos políticos, de la llegada al poder de nuevas generaciones, consecuencia de unos avances tecnológicos que muchos no consiguen digerir, o si se trata de una histeria pasajera, atizada por un personaje tan imprevisible como el presidente Donald Trump.
En los últimos años ha crecido en número e importancia una nueva comunidad musulmana, cuyo número es elevado, aunque menor que de la judía, y capaz de ejercer un efecto considerable en la política o cultura de la ciudad, en parte porque representa una generación más joven.
Las recientes elecciones municipales demostraron que tiene abierto el camino de la política, pues consiguieron arrinconar al veterano Andrew Cuomo en las recientes primarias, que ganó un político recién estrenado: Zhoran Mamdani, de 33 años, de familia musulmana y que se declara socialista, con un programa de auténtica beneficencia municipal que espanta a las élites económicas de la ciudad.
Está por ver si el viento seguirá soplando a su favor en las elecciones de noviembre, algo que permitirá vislumbrar si la ciudad se adentra en nuevas ideas políticas o si estas primarias han sido una anomalía anecdótica.
El sentido práctico norteamericano arrastrará la política en la dirección que soplen los vientos de la opinión popular, que de momento es difícil discernir: tanto los reformadores republicanos de Trump, como los demócratas que se aferran a programas rechazados por un importante número de votantes, creen estar en posesión de la verdad y que sus rivales simplemente sufren de un espejismo momentáneo. Entre tanto, estados como Florida o Texas, con gobiernos conservadores, van atrayendo a quienes abandonan Nueva York y California, otrora un auténtico Eldorado para ciudadanos e inmigrantes. Incluso Trump se ha mudado de Nueva York a Florida.
Su gobernador, Ron de Santis, candidato presidencial en 2024, va ganando en popularidad gracias a la bonanza de su estado y su política de bajos impuestos. Probablemente, espera que en un día no muy lejano esta aureola le ayude en un nuevo intento de llegar a la Casa Blanca.