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Mesa de Redacción

Félix Monreal

BSH, otra cicatriz

BSH, otra cicatrizJAVIER BERGASA

El cierre de una empresa es un fracaso. Un mal negocio. En el tejido industrial de Navarra quedan numerosas cicatrices en forma de barracones abandonados, naves adaptadas para otros servicios, altas y solitarias chimeneas de ladrillo, viejos muros que separan fronteras de la memoria, algún rótulo comercial conservado como pieza de museo al aire libre. También solares recalificados que, como vestigios arqueológicos, han quedado sepultados bajo bloques de viviendas. El tiempo o el mercado o la especulación o la mala gestión, vaya usted a saber, mataron a compañías que parecían consolidadas y a proyectos con mucho ruido y poco capital. Solo las bodegas parecen tener una resistencia ilimitada. El cierre, en todo caso, es un drama para los trabajadores y sus familias, una pérdida de la estabilidad emocional y económica, un corte profundo en los planes de futuro. Cuesta nada empatizar con los trabajadores y trabajadoras de BSH, herederos por vía accionarial de la extinta Super Ser. Más de seiscientas personas que deben resetear ahora su vida. Dicen que detrás de una crisis se abre una oportunidad. Pero la cicatriz que deja perdurará no solo en el suelo, también en el alma de los afectados.