Desconozco los detalles –burocráticos o no– que han llevado al Deán de la Catedral a prohibir que los gigantes y dantzaris bailen este lunes por la tarde dentro del templo en los actos del Privilegio de la Unión. Una pena porque hubiera sido un remate de oro a los actos del 602 aniversario de la muerte de Carlos III y los 2.100 de creación de la ciudad.
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El acto de ayer recreando la coronación del monarca en la Catedral buscó ser fiel con esta historia en la que se ensalza la figura de un rey que unificó los tres burgos y en pleno siglo XIV fue bendecido por el Obispo. Gigantes que si algo mantienen desde que existen –en 1600– es su guiño a la diversidad cultural.
Quizás desde alguna mezquita se interesen un día por algunos de los reyes que representan a los cuatro continentes, sus razas y culturas. La historia siempre da muchas vueltas. Una prohibición de otro Carlos III de España en 1780 obligó a que los gigantes de todo el país dejasen de salir en procesiones y actos religiosos por considerarlos “una distracción ante la fe”.
Las figuras del Ayuntamiento de Pamplona desaparecieron mientras que las de la Catedral se almacenaron. En 1813 fueron encontradas y el cabildo se las cedía al Ayuntamiento hasta que en 1860 éste encargó hacer las nuevas parejas. Hoy sus herederos se quedarán en la calle Curia, condenada a ser testigo de las diferentes muestras de intolerancia o falta de entendimiento que siguen existiendo en la ciudad.