Charlie Kirk y los miserables
Nos falta debate sano a paladas y nos sobra crispación
Charlie Kirk y los miserables
Escribo esto tras saber que han detenido al sospechoso de asesinar a Charlie Kirk, el activista ultraconservador aliado de Trump. Me parece muy necesaria la mesura que muestra Jorge Morla en su columna de El País. Sí, Kirk era antiabortista, machista, racista y fanático de las armas. ¿Merecía la muerte? Morla reconoce: “Causa verdadero pasmo comprobar cómo hay tanta, pero tanta gente que se ha alegrado del asesinato”. Kirk tendría sus ideas, pero “daba a sus detractores un espacio legítimo de confrontación: Podías salir escaldado o plantarle cara, pero nadie podrá decir que no se exponía a las críticas y al debate sano”.
El debate sano
Eso es lo que nos falta a paladas últimamente: debate sano. Echo mucho en falta la altura de miras necesaria para intercambiar opiniones sosegadamente, con argumentos mínimamente elaborados y dedicándole al debate más tiempo que lo que duran un ‘short’ de YouTube o un reel de Instagram. Ahora lo que se lleva es la víscera, la declaración-titular y una rigurosidad que brilla por su triste ausencia: “La hemeroteca del PP retrata a Tellado ante su reflexión sobre el asesinato del activista Charlie Kirk” (El Plural). Seguir jugando a la polarización lo único que hace es alimentar la crispación y un ambiente ya irrespirable.
La nueva pobreza silenciosa
De unos años a esta parte, se da un curioso fenómeno entre la clase trabajadora: la paradoja de vivir peor (que nuestros padres) ganando más que ellos: “La combinación de un crecimiento salarial real modesto, el aumento del coste de la vivienda, el aumento y concentración de la población, el bajo crecimiento de la productividad y el incremento de la carga fiscal contribuye a la “nueva pobreza silenciosa”, analiza Javier J. Navarro en El Blog Salmón. En resumen: “Que, a pesar de ganar más que generaciones anteriores, muchos ciudadanos experimentan una calidad de vida inferior debido a estos factores estructurales”.
Hablemos de tabaco
La aprobación de la nueva ley antitabaco ha sacudido la frágil convivencia en la que cohabitábamos. Los hosteleros claman que ésta era pacífica y que la medida no va contra el tabaco, sino contra ellos, ya que pretende desterrar los humos de las terrazas de los bares, entre otras medidas. Una de tantas donde terminan pagando justos por pecadores, me pregunto, porque el caso es que tengo ejemplos para aburrir de las malas caras que he recibido cuando, amablemente, he pedido que no me echaran el humo del tabaco a la cara. Quizá la convivencia no era tan estupenda como la pintan. Quizás un poco de civismo sería mejor.
El mural de Banksy
Hace unos días apareció un nuevo mural del artista callejero Banksy en la pared exterior del Tribunal Superior de Londres. En él, un juez con peluca y toda golpeaba con un mazo a un manifestante. Hay quienes han visto una crítica a la represión de la libertad de expresión por las protestas propalestinas, pero sirve para cualquier casuística. El caso es que, al borrarlo, lo han dotado de un nuevo significado, creando una suerte de “huella” de la imagen que, como símbolo, es aún más potente. “El fantasma de las protestas reprimidas pasadas”, bromeaba algún tuitero y un signo, sin duda, de los tiempos.