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Maravilloso

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El alpinista madrileño Carlos Soria subió el viernes de madrugada hasta la cumbre del Manaslu (8.163 metros), la octava montaña más alta del planeta, que ya había ascendido en 2010 y que ya había visitado en, ojo, 1973 y 1975, dentro de las primeras expediciones españolas a ochomiles. Se convirtió en la persona de más edad que asciende a un ochomil, ya que el anterior récord estaba en manos del japonés Miura, con 80 años. Soria tiene 86 años, 86.

Me froto los ojos mientras escribo esto, porque –aunque esto no ha sido posible confirmarlo aún, pero lo intuyo– subiera con ayuda de oxígeno artificial, ascender hasta allá arriba tras 70 años de montañas, una prótesis de rodillas, lesiones graves y mil avatares es de una grandeza excepcional.

Acompañado y ayudado por amigos españoles y amigos sherpas, pero siempre superando él solito los 3.000 metros de desnivel desde el campo base, lo que hace Soria va más allá del deporte y del alpinismo para convertirse, ni siquiera ya en un ejemplo, sino en algo más etéreo, en pura emoción, la de comprobar cómo algunos elegidos aún son capaces de afrontar retos durísimos de la vida cuando los demás apenas subimos las escaleras del autobús recién pasada la cincuentena.

Un señor de 86 años a 8.163 metros de altitud. La sola idea pone los pelos de punta.

Soria cuenta en un vídeo que comenzó a trabajar como encuadernador a los 11 años y que como en casa no tenía agua corriente tenía que ir a por cubos de agua y que por eso tiene unos brazos fuertes que le han ayudado en las montañas, a las que considera su lugar en el mundo.

Pionero de la escalada, pionero de los ochomiles en España, no es un millonario advenedizo que se planta en las faldas de los montes lleno de sponsors, sino que se paga la gran mayoría de sus expediciones de sus ahorros y esfuerzos.

Nos deja al 95% de la población en un lugar pésimo. Y eso es bueno.