Han transcurrido apenas media docena de días desde el alto el fuego entre Hamas e Israel y el anuncio en Egipto de un Plan de Paz para Palestina, todo ello bajo los auspicios propagandísticos de Trump, y ya ni siquiera está claro el tiempo que pueda durar el silencio de las bombas. Al proyecto de plan de paz no parece ni siquiera esperarle nadie. En estos 12 días, el Ejército de Israel ha asesinado a 97 palestinos en Gaza, familias enteras, civiles inocentes, y de nuevo mujeres, niños y niñas incluidos. Mientras que en Cisjordania los colonos sionistas siguen agrediendo y apaleando a los palestinos, arrasando sus campos de cultivo y olivares y asaltando e incendiando aldeas palestinas, cristianas y beduinas. Ningún signo de humanidad.

La llama de la esperanza para el pueblo de Palestina vuelve a ser débil tras la euforia desatada por el anuncio inicial del fin de la masacre. Acabado el show mediático de Trump, entregado el Premio Nobel de Paz y desviada la atención global de los medios a otros lugares –para Trump ahora Putin y Ucrania encabezan la agenda viajera de su show–, el miedo, la noche, los bombardeos y la muerte han vuelto a instalarse en el oscuro túnel por el que transita desde hace décadas el pueblo palestino. La paz y el alto el fuego son apenas pasos tácticos para que el sionismo supremacista y mesiánico que gobierna hoy Israel con Netanyahu y sus aliados pueda seguir desarrollando su proyecto histórico estratégico, la ocupación total de toda Palestina y otros territorios de Jordania, Egipto, Siria o Arabia Saudí.

De momento, ya se han apropiado de otra parte de Gaza con la señalización de la llamada línea amarilla y la ocupación ilegal de más tierras palestinas. Sigue siendo necesaria la movilización y la denuncia ciudadana local e internacional. También la activación del multirateralismo en la geopolítica internacional para aumentar la presión global en este extraño mundo que toca vivir este tiempo incierto.