Si me preguntan, responderé que ha estado ahí toda la vida. Primero, en aquellos botes de metal; después, en el formato de lata; ahora, en un recipiente de plástico. Tampoco traicionaría a la memoria si dijera que el primer ser de piel negra que vi venía impreso en aquella etiqueta amarilla.

Yo soy aquel negrito, del África tropical…”, decía la canción del anuncio. Es posible que en casa falte algún día, por despiste, aceite, sal o pan, pero el Cola-Cao no. Para algunos es un producto de segunda necesidad; para otros, la oportunidad de realizar una buena inversión.

Un cacao maravillao, como el de aquellas bailarinas brasileña de los inicios de Telecinco. Porque si interrogan a un asesor financiero, les dirá que busquen la rentabilidad de su dinero en el oro… o en el cacao.

Pido opinión a la IA y me explica que “la inversión en el cacao es volátil, pero puede ofrecer potencial de ganancias debido a la demanda y las tendencias del mercado”. Ahora mismo, uno de sus derivados, el chocolate, está entre los productos que más se han encarecido de la cesta de la compra. Pero seguro que el incremento de precios para el consumidor y su rentabilidad en las bolsas no repercute proporcionalmente en los salarios de los recolectores en Costa de Marfil. Son los grumos del cacao.