Total, que a pesar de que dijo que dimitía a primera hora de la mañana en realidad no dimitía aún y tuvieron que pasar 6 horas para que lo hiciera, tras el ruido general en medios y redes sociales. Sigue de diputado y por tanto es aforado. Esto, para quien no lo sepa, significa que la jueza de Catarroja que está investigando todo lo que pasó el 29-0 no podrá -como tampoco podía hasta ahora- citarlo como investigado, ya que el juzgado es un juzgado ordinario. Solo podría ser investigado por el Tribunal Superior de Justicia de Valencia si el procedimiento de la jueza eleva el caso a este tribunal.
Vamos, que, como ya es sabido, esta gente no se va de los sitios de una manera elegante y asumiendo de verdad los errores propios -claro que hubo errores ajenos, pero lo que ahora debería importarle serían las omisiones propias- como suficientes para haberse ido, sino que tienen que sucederse una notable retahíla de hechos, manifestaciones, presiones, dimes y diretes, insultos e incluso barbaridades -que las hay- para que alguien que tendría que haberse ido a los pocos días o a las dos semanas haya tardado más de un año en dejar de ser el principal responsable de una comunidad en la que fallaron numerosas cosas en manos de la comunidad como para no sentir que, efectivamente, la responsabilidad número 1 era y es de quien dirigía esa comunidad.
No fue así, se quedó, no fue así porque estamos inmersos en una batalla cruenta a nivel nacional en la que cuentan más las disputas políticas PSOE-PP que la debida asunción de responsabilidades, algo que los valencianos han tenido que soportar durante un larguísimo año. El presidente de una comunidad no puede mantener su agenda un día así y estar semi desaparecido toda la tarde. Todo lo demás que él expuso el lunes es opinable y objetivable, pero la realidad fue esa. ¿Le gustaría cambiar eso? No lo dudo. Pero esa fue la realidad.
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