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Críticas de 'Subsuelo': Mellizos

Tráiler de 'Subsuelo'DIARIO DE NOTICIAS

Fernando Franco, su cine, no es complaciente ni con la taquilla ni con ese público de necesidad escópica y hambre de chucherías. No es un autor fácil, ni frívolo, ni de digestión rápida. Y en ese sentido, Subsuelo da pruebas fehacientes de cómo respira este director que transita, como un lobo solitario, al margen de las tendencias y familias del cine español hegemónico en apoyos y prebendas. Montador y editor a la vez que realizador y guionista, las obras de Fernando Franco duelen y conmueven. Colocan al observador en un lugar incómodo y no admiten concesiones ni hacen rebajas. Es cine tan denso como intenso. Cine de hierro y piedra. 

Como en buena parte del hacer de Jaime Rosales, en Subsuelo, el punto de interés mira a la adolescencia, a ese tiempo de cerezas y venenos tan propicios para la exaltación, para el exceso. Como en Soñadores de Bertolucci, la perversidad emerge en un contexto fraterno. Desde La herida (2013), Franco explora ciénagas, se mancha las suelas y deja un regusto amargo, una cicatriz que no se cierra.

Subsuelo

Dirección: Fernando Franco.

Guion: Begoña Arostegui y Fernando Franco. Novela: Marcelo Luján.

Intérpretes: Julia Martínez, Diego Garisa, Nacho Sánchez y Sonia Almarcha.

País: España. 2025.

Duración: 115 minutos.

Subsuelo llega tras La consagración de la primavera (2022), su película, dicen, más esperanzadora. En eso convergían buena parte de las referencias críticas pese a que hablar de luz con un cineasta que habita en las tinieblas resultase una elucubración bienintencionada pero, tal vez, superficialmente analizada.  Tampoco hay fuegos artificiales en Subsuelo, en esa herida que une y separa a dos hermanos mellizos. Ella, Eva, vive su pubertad y se enfrenta a su metamorfosis descubriendo sus primeras relaciones amorosas. Él, Fabián, tiene poco de alimento divino y mucho de vanidad y perversión. Mientras su hermana comienza a experimentar las urgencias del deseo del placer y el cuerpo, Fabián experimenta el horror de la muerte.

Un accidente pone en marcha los complejos y siniestros mecanismos de la culpa y la responsabilidad; del dolor y del poder. Una de las mejores virtudes de este filme es ver cómo se consagra con él una actriz como Julia Martínez y cómo fluye un relato recosido de manera arbitraria. Ese toque de contemporaneidad, la reconstrucción de una historia que gira en torno a un accidente que se tiñe de sombras y que convoca al Chabrol del polar francés, son meros pretextos para bucear en una atracción maligna, en una dependencia fatal. De nuevo, con Franco, la herida y la muerte; pero presentada con más lucidez y solvencia que nunca.