Los viejos tiempos, Lutxo, supongo que ya lo sabes, viejo amigo, se han ido para siempre, le digo melancólicamente a Lucho, el lunes, aprovechando que ya estamos en diciembre y la inminencia del invierno me frunce el carácter. Menos mal que ya están aquí los nuevos, me suelta él, carcajeándose un poco (si tal cosa es posible (que lo es). No obstante, claro, hay que aceptar que, una vez más, tiene razón, el viejo y reseco endriago de los páramos.

Los nuevos tiempos, los que estábamos esperando, esos con los que tanto habíamos soñado, ya están aquí, en efecto. Y son estos, precisamente. Que nos cueste reconocerlos, es normal. Nos cuesta porque llevamos incorporado el gen del descontento. Pero es bueno que así sea. El gen del descontento es importante. Está ahí para algo. La insatisfacción es esencial porque, sin ella, no evolucionaríamos. Nos quedaríamos quietos.

De hecho, lo mejor que tienen los nuevos tiempos, Lutxo, es que por lo menos han llegado, con su carriles para bicis y sus ceremonias de alumbrado navideño, le digo, apurando el café como si fuera un whisky. Y entonces me dice que ETA va a arrasar Navarra. Y le digo: ¿Qué dices? Y me dice: Pues eso, que nos va a invadir la ETA. Y yo: ¿Qué ETA? Y él: Pues la ETA de siempre. Y le pregunto: ¿Acaso ha resucitado? Y me suelta: Eso dice la Ayuso. Y yo: ¿Qué Ayuso? Y él: La de siempre. En fin, de pena. Parecemos una pareja cómica, lo sé. Pero no me quejo. Prefiero que sea cómica a que sea trágica, eso lo tengo claro.

En todo caso, esto de invocar a una especie de ETA espectral como si fuera una hechicería espiritista para agitar la mala bilis de sus bases de votantes es una costumbre muy fea y tiene muy poca gracia, Lutxo, viejo gnomo, le digo. Y entonces me dice que a él la ceremonia del alumbrado navideño le encanta porque es entrañable, pero que el carril bici lo van a quitar en cuanto recuperen la alcaldía. No se lo cree ni él.