Cuando el matón, realmente, puede matarEFE
NO sé si conocen a Doug Marcaida. Yo me lo encontré un día zapeando y me hipnotizó el modo en que, con una sonrisa que no sabría calificar si de encantadora o siniestra, le decía a un concursante de un programa de forjado de armas blancas: “Su arma... mata”. No era un reproche, a la vista de la satisfacción del concursante.
En la política internacional se ha normalizado la gestión de la muerte. No es cosa inventada en este tiempo, pero sí abrazada con insufrible pasión por los líderes mundiales que se comportan como matones adolescentes. Solo que, en el caso de Trump, de Putin, de Netanyahu y de tantos otros, sus decisiones... realmente matan.
El peligro de un Donald Trump al que vemos “descansar la vista” al borde del ronquido en reuniones de su gabinete es que, cuando abre los ojos necesita dar la impresión de un vigor que confunde con violencia en las formas y los fondos. Los que queremos al dictador Maduro fuera de Venezuela no queremos que lo saquen los marines; los que queremos a los narcotraficantes homicidas entre rejas no queremos que sirvan de excusa para la violencia unilateral que impone intereses particulares.
La gota que colma
La ‘pipa’ barata no gusta a Jupol
Nueva arma reglamentaria. El sindicato policial autodenominado apartidista Jupol, varios de cuyos líderes hacen campaña a favor de Vox, tiene un mar de reproches al Gobierno de Sánchez -como antes a otros ajenos a la derecha por otras razones-. Esta vez le acusan de comprarles una pistola más barata porque les gustaba más la Glock que la Springfield. Para no hablar a humo de pajas, he dedicado unos minutos a buscar reseñas: los especialistas técnicos ven ventajas ergonómicas en la elegida, aunque el gatillo puede reducir la rapidez en disparos repetitivos. Miel sobre hojuelas: no se presta al gatillo fácil.
Y, así, sucesivamente podemos pasar por Palestina, donde frenar al criminal Netanyahu no pasa por armar al fundamentalismo criminal de Hamas; o por Ucrania, donde encerrar a los corruptos que medran gestionando el dolor de su país no justifica abandonar a su ciudadanía al capricho del matón imperial que habita el Kremlin.
Ahora, en Catalunya se matan jabalíes. Al margen de quien lo disfrute, parece que no hay otra forma de frenar la peste porcina. Pero, si sorprendente parecía la teoría del embutido contaminado como origen del brote, siempre hay quien gana. La portavoz del PP en el Congreso, Ester Muñoz, asocia el origen del brote a la reducción de efectivos de la Guardia Civil y el “fanatismo climático”. Muñoz no porta armas de fuego -que se sepa- pero a la inteligencia... la mata.