Resulta difícilmente admisible que varias bibliotecas públicas de localidades como Falces, Elizondo o Irurtzun lleven cerradas varias semanas -en el caso de Falces desde septiembre- porque no se han podido cubrir bien sea bajas, permisos, vacaciones o cualesquier otra contingencia de las personas que estaban en esas bibliotecas dependientes del Gobierno de Navarra.

No puede ser que la propia administración que ofrece servicios como el de biblioteca sea incapaz de establecer legislación que le permita atender estas. Falces -2.353 habitantes-, Elizondo -3.500- e Irurtzun -2.300- están ahora en esta situación, pero se puede dar perfectamente en otras localidades.

Desconozco el motivo por el cual no se cubren las bajas, seguro que desde Función Pública y Cultura se sacan a lista de contratación y no se cubren o varios motivos más, pero entonces habrá que revisar los protocolos y cuando todas las alternativas están agotadas hay que tener más: la biblioteca no puede estar cerrada. Se puede quedar cerrada un día, dos, porque la persona que la llave tiene un imprevisto o algo así, pero no más.

Porque una biblioteca -y más en temporada de otoño e invierno, con los días más oscuros y fríos- no es solo un lugar al que acudir 5 minutos a coger algo prestado y llevártelo a casa, sino que también es un lugar de estudio, de entretenimiento para mayores y niños y, si me apuran, hasta de confort y ocio cuando, ya digo, aprieta el frío o el mal tiempo y pasar unas horas ojeando prensa, revistas o libros o CDs es un plan perfecto.

No sé, me pasa un poco como cuando veo muchísimas bibliotecas que solo funcionan a un turno, bien de mañana o bien de tarde, cuando para mi gusto tendría que ser un servicio que, teniendo en cuenta gastos-uso, ampliara algo más sus horarios. Pero, cerradas, nunca o solo salvo causa muy puntual y corta de fuerza mayor.