Fijas discontinuas. No me refiero a las personas acogidas a ese sistema contractual de empleo. Escribo sobre las campañas específicas de Control de Movilidad (patinetes y bicicletas) realizadas en Pamplona por Policía Municipal. Hasta ocho llevan este año. Fija intención, discontinua ejecución. El planteamiento es establecer controles puntuales en calles de los barrios más transitados, con especial vigilancia en las que disponen de carriles bici y en las limitadas a 30 kms/h con tráfico templado.

La verdad es que el tránsito peatonal no es templado sino “sobresaltado”. Templado porque caminas con miedo al avasallamiento de estos vehículos y helado por los escalofríos de sus irrupciones. Te sientes como un cono que sortean en su camino.

La vigilancia se esmera en las franjas horarias más usadas por los ciclistas (empresas, colegios, universidades) y, por la tarde, en zonas de esparcimiento. Según datos oficiales, las actuaciones policiales se han saldado, a 24 de octubre, con 1.507 denuncias. De ellas, 507 por circular por aceras o vías no permitidas y 325 por falta de la debida atención y diligencia en la conducción.

56 denuncias lo han sido por carecer de timbre, luces u otros elementos reflectantes, y una quincena por no respetar la distancia con el peatón en espacios permitidos. La realidad ridiculiza los resultados. Como lo hace con las campañas relativas al bolseo en las zonas de contenedores. Algunos emplazamientos merecen el calificativo de estercoleros: bolsas, cartones y otros residuos reposan en el suelo.

También se abandonan ropas, colchones, somieres, sillas y pequeños muebles, enteros o desmontados. Una furgoneta de la Mancomunidad retira lo menor. Aún quedan otros propósitos intermitentes: el respeto a la visibilidad en esquinas y pasos de peatones, estacionamiento ocasional de vehículos de reparto (a veces uno por esquina), y el abuso de las dobles filas a las puertas de centros escolares. Suspenso en urbanidad.