Estamos ahí, un día más, Lucho y yo, en la terraza del Torino, y de repente me dice que le recuerdo a Olentzero. Solo porque me he puesto la txapela y llevo un pañuelo atado al cuello. De motero, de hecho, pero bueno. Así que le digo que vale, que muy bien. La vida se nutre de sí misma. Y somos tiempo. Hace nada, estábamos preocupados por no sé qué asuntos importantes y, de pronto, ya está aquí otra vez la Nochebuena. Que tiene algo de día-de-la-marmota (excelente película, por cierto). No obstante, al llegar estas fechas, yo sigo sintiendo la necesidad de echar un último vistazo a lo vivido en el año que acaba.
En parte, imagino, porque hay algo de carrera de fondo en esto de la existencia individual. Pero sobre todo, creo, para redefinir prioridades y reajustar expectativas. A partir de cierta edad, las expectativas hay que reajustarlas cada poco. La RAE ha elegido Arancel como palabra del año. Pero la Oxford University Press ha elegido Rage bait, que significa “cebo de ira” y que alude a la introducción deliberada y sistemática de contenidos y comentarios que generan enfado y polarización en las redes sociales. Hay demasiada mala baba, es cierto. Demasiada prepotencia por aquí y por allá. Ahora bien, yo espero que empecemos a cansarnos pronto de tanta prepotencia.
Nos acabamos cansando de todo, así que espero que también de esto. Pese al auge del belicismo y el éxito que últimamente están teniendo las opciones reaccionarias y ultraconservadoras en muchos países del mundo, yo confío en que, a partir del año que viene, se encienda y crezca en la mente colectiva un nuevo impulso de reflexión, sobriedad y rearme moral . Más calmado. Menos neurótico, menos agresivo, le digo. Y entonces se ríe y me suelta, que en realidad estoy muy flaco y que, pensándolo mejor, me parezco más a Mr. Scrooge que al Olentzero. Ze pazientzia.