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Editorial

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Doloroso aprendizaje

La experiencia de 2025 en el marco del concierto internacional deja heridas para Europa y su ideal de convivencia, derechos y regulación, ante las que es imperioso reaccionar con más cohesión

Doloroso aprendizajeEuropa Press

El año 2025 concluye con un tablero político y económico internacional que este año ha perdido estabilidad y ha crecido en riesgos. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha acelerado la erosión de un modelo que arrastraba dificultades para el equilibrio multilateral. El presidente de Estados Unidos ha dinamitando los últimos consensos sobre los que se construyó la cooperación tras la Guerra Fría y, a su sombra, se ha creado una escuela política de peligrosa vocación unilateral. En la tribuna de la ONU, Trump declaró la guerra a la propia organización, tildó de “fraude” las políticas climáticas y acusó a los programas de ayuda a refugiados de “financiar una invasión” de Occidente. Desmontó, en definitiva, los principios humanitarios y los consensos de convivencia internacional.

Su Administración ha combatido la regulación y el consenso y ha apostado por el arancel frente a la diplomacia, utilizando la guerra comercial como ficticia solución mágica a conflictos tan complejos comola invasión rusa de Ucrania o la crisis energética. El mensaje es claro: menos reglas y más fuerza; menos diálogo y más imposición. Ese mismo guion encuentra eco en potencias como Rusia, China o Israel, que aspiran a reescribir las normas del juego en sus respectivos ámbitos de interés.

En este contexto, la Unión Europea ha visto objetivamente deteriorada su voluntad previa de ejercer como potencia regulatoria que exporta convivencia a través de normas, derechos y comercio. Su peso económico relativo cae, el “efecto Bruselas” pierde músculo y la política exterior se repliega con carácter defensivo y dificultades para proyectar una voz única ante Washington, Pekín o Moscú. Europa, que hizo de la regulación y el derecho la vacuna contra la imposición, corre el riesgo de convertirse en espectadora de un nuevo orden donde la ley se reescribe por la fuerza.

Y la Unión Europea carece hoy de fuerza y cohesión interna al estar penetrada en su panorama político por esas mismas ideas. La lección es incómoda: cuando la primera potencia cuestiona abiertamente la ONU, el comercio reglado, los derechos humanos o la protección a refugiados, no surgen contrapesos que protejan el sistema. Y si Europa no refuerza su modelo ni su capacidad de influencia, la agenda del futuro inmediato la escribirán otros.