Algunas veces en mi vida he tenido la sensación de ser una mujer florero, pero nunca de una manera tan evidente como en el Consejo Navarro del Euskera. El martes hicimos una reunión telemática. Se unió el consejero Javier Remírez y nos explicó en pocas palabras qué cositas técnicas habían cambiado en el proyecto del decreto foral que regulará la valoración de méritos en el acceso y provisión de puestos de trabajo en la Administraciones Públicas. Cambios mínimos para asegurar que los tribunales no lo tumben por cuestiones de forma. Y dicho esto se despidió y se esfumó de las pantallas, como en anteriores ocasiones, sin quedarse a la votación ni mucho menos a escuchar las valoraciones de los miembros del Consejo. Ya se imaginaba que el resultado sería un informe desfavorable porque este decreto no tiene para nada en cuenta el conocimiento del euskera en la llamada zona no vascófona y la valoración que propone para las otras dos zonas está lejos de ser lo ideal. De hecho, da menor peso a la valoración del euskera en la zona vascófona que otros decretos anteriores. Pero bueno, a lo que voy: ¿para qué tienes un Consejo del Euskera si no le haces ni caso? Este organismo representa a la gente que trabaja en favor de esta lengua y hay auténticas autoridades en el tema, y no hablo de mí precisamente. Aunque sus decisiones no sean vinculantes, por lo menos escúchalo y pídele consejo antes de elaborar una norma. Y si abres un plazo para que la ciudadanía y las entidades puedan hacer sus sugerencias, dales una respuesta apropiada y no las archives sin más, gesto muy feo que han denunciado en más de una ocasión desde el Observatorio de Derechos Lingüísticos, Behatokia.