Recientemente acudió a mi consulta un paciente que me dijo: "¡Como el Metamizol que me dio no me quitaba el dolor, me compré Nolotil y me tomé otras dos cápsulas!". El Metamizol y el Nolotil son el mismo medicamento. En este caso el riesgo y consecuencias de la sobredosificación no son peligrosos, en otros casos similares lo pueden ser.
La posibilidad de que los pacientes, especialmente los ancianos, los de bajo nivel educativo o aquéllos con poco dominio del castellano escrito, sufran confusiones cuando se prescribe por principio activo no es en absoluto despreciable, dado que en cada ocasión se les puede dar un medicamento con un nombre y/o un aspecto diferente. Sin embargo, parece que potenciar esta estrategia estaría justificada si, en estos momentos de crisis, el beneficio económico que se obtiene con ella fuera importante. El problema es que no lo es. Es más, el ahorro es nulo, el costo para el paciente y el Servicio de Salud es el mismo si el médico prescribe por marca directa que por principio activo (todos los medicamentos que se venden son marcas).
Incluso podría suceder que aumentara el costo si los médicos, ante personas que pueden confundirse con más facilidad, comenzáramos a utilizar nuevos principios activos en los que el número de marcas es menor. Precisamente el control del gasto farmacéutico depende de utilizar los diferentes principios activos racional y eficientemente, no de prescribir por principio activo o por marca.
¿Cómo se justifica entonces ese hincapié por parte de los responsables sanitarios en la prescripción por principio activo? La verdad es que no tengo respuesta salvo que les sirva para presentarse ante la población como efectivos y capaces de hacer algo para racionalizar el gasto sanitario, cuando son incapaces de hacerlo. Porque racionalizar el gasto sanitario requiere abordar la utilización irracional de la tecnología, los medicamentos es una de ellas, que se está produciendo.
Hace meses una revista de medicina interna de prestigio publicó un artículo que se titulaba Más es menos. Con ello quería decir que había que eliminar muchas intervenciones muy gravosas y que tienen beneficios muy dudosos en la salud o incluso resultan perjudiciales. Pero esta tarea es compleja y puede generar conflictos, por lo que es difícil que nuestros gestores vayan a llevarla a cabo. En mi opinión la mayoría carecen de la honestidad intelectual, el valor profesional y, si me apuran, la competencia técnica para ello.
Creo que para poner en práctica una verdadera racionalización del gasto sanitario se requiere no solo otro perfil de gestores, sino sobre todo un sistema de gestión más participativo, por parte de la población y los profesionales, un sistema basado en la evaluación continua a todos los niveles, comenzado por los máximos responsables.