34 días de huelga. Negociaciones farsa con los tiburones de Eulen. Excompañeros, ahora esquiroles, lamiendo la mano del amo. 15 despidos físicos. 3 cartas de despido más aguardando en la recámara. La derrota. ¿Derrota? Quien opine que movilizarse ante las agresiones no sirve para nada, no hace sino reafirmarse en su propia ignorancia, en su egoísmo, en su cobardía, en su baja autoestima. Solo quien asume la derrota tiene la derrota asegurada.
Los compañeros/as jardineras que ante la amenaza de despidos respondimos valientemente con una huelga indefinida, hemos podido experimentar, primero, el orgullo de pertenecer a un grupo humano de voluntad firme, dispuesto a no someterse a los dictados de quienes legitiman la esclavitud. La fuerza de un colectivo con voz propia capacitado para organizarse, identificar a los responsables del atropello de nuestros derechos y denunciarlo públicamente sin dejarse vencer por el desánimo.
Pertenecer a este grupo también nos ha permitido sentir el calor de la gratificante solidaridad de aquellas personas y colectivos que han apoyado nuestra lucha moral e incluso económicamente (trabajadores de VW, Ucar, comisión de personal del Ayuntamiento de Pamplona y jardineros de la Comarca). Hemos sido noticia; sembrado simpatía entre conocidos y desconocidos. Un referente. Motivo de orgullo para amigos y familiares.
En estos tiempos en los que el terrorífico discurso oficial trata de abocarnos no solo a la pérdida de derechos, sino también al desierto moral del sálvese quien pueda, estamos convencidos de que la movilización es más importante que nunca. Porque intentarán mentirnos, explotarnos, despedirnos..., pero jamás nos destruirán. No mientras jueguen de nuestra parte la dignidad, la justicia y la solidaridad. Esa es nuestra victoria. Nuestra gran victoria moral.