Ha fallecido el sentido común
Siempre hemos hablado de los cinco sentidos que tenemos, y pocas veces del más importante, el sentido común, y hoy lloramos su muerte, después de haber estado con nosotros tanto tiempo (...)
Su salud comenzó a deteriorarse cuando se aplicaron reglas bien intencionadas, pero ineficaces. El sentido común perdió terreno cuando los padres atacaron a los maestros solo por hacer el trabajo en que ellos fracasaron, que fue no saber disciplinar a sus ingobernables hijos. El sentido común perdió el deseo de vivir cuando los Diez Mandamientos se convirtieron en material risible, y los criminales empezaron a recibir mejor trato que sus víctimas.
Para el sentido común fue un duro golpe que uno ya no pueda defenderse de un ladrón en su propia casa, pero que el ladrón pueda demandarnos por agresión. Para el sentido común fue algo incomprensible que tantos y tantos robos de guante blanco unos, y sin guantes otros, quedaran impunes, a pesar de estar informados puntualmente, sobre todo por los cometidos con guantes blancos. Y así muchísimas cosas más de nuestra vida terrenal.
La suerte del sentido común fue precedida por la de sus padres, verdad y confianza; la de su hija, responsabilidad, y la de su hijo, raciocinio. Le sobreviven sus tres hermanastros: ¡conozco mis derechos!, ¡otro tiene la culpa!, ¡soy una víctima de la sociedad! Fueron pocos los que acudieron al funeral del sentido común, porque muy pocos se enteraron de que se había ido.