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La bestia y las vírgenes

Adoramos a una bestia, y hace ya mucho tiempo que no es el basajaun, de hecho el hábitat de este nuevo monstruo no son los bosques. Esta aberración ha descendido hasta nuestras ciudades y se pasea como la peste en siglos anteriores. Algunos la llaman mercados, otros simplemente crisis, unos pocos injusticia social.

Y como en el Medievo y en tantas leyendas que han pasado de generación en generación, a las bestias hay que calmarlas. Ya sea con bellas vírgenes u otros obsequios que tranquilicen sus ansias de destrucción. En nuestro caso nuestros logros económicos y sociales. Primero fueron las inyecciones de dinero a los mismos bancos que alimentaron al monstruo, después ha sido nuestra calidad laboral, y todavía no sabemos cuál será el siguiente paso para amansar a la bestia?

Y mientras se habla de la bestia pero no de los sacrificios que se realizan, como cobardes plebeyos nos arrodillamos a sus solicitudes, haciéndola cada vez más gorda y poderosa, mientras nuestras cabezas intentan pensar en otras cosas, en cualquier opio del pueblo.

Nietzsche se equivocó, no fue el hombre quien mató a Dios, sino la creación del hombre, esa sádica bestia que estamos alimentando por miedo a qué nos hará. Se está haciendo tan poderosa que si se lo propone no solamente es capaz de matar a Dios, sino que provocará un Expediente de Regulación de Empleo en el mismísimo cielo, ya que sobran ángeles.