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¿Interés general?

No voy a hablar de números ni de estadísticas, aunque estos no hacen sino darnos razón y también razones a quienes nos oponemos a este engendro que es el TAV. Lo que me mueve a escribir estas líneas es algo anterior a esa racionalidad económica, que se ha demostrado muy poco económica y absolutamente irracional. Y es que se ha ido disfrazando de sentido común a la destrucción de un territorio que, quizá haya que recordarlo, no es solo un paisaje que ofrecer como el mejor reclamo turístico de Navarra. Tal vez suene anacrónico, pero el territorio siempre ha sido algo más que una postal, el territorio es también el soporte físico sobre el que las comunidades humanas han desarrollado sus formas de vida. El que les ha provisto de alimentos y del que han extraído las materias primas de sus productos. Así ha sido y así seguirá siendo incluso después de este nuevo embate que le propinan los últimos presupuestos del Gobierno foral.

El rosario de proyectos megalómanos y devastadores que amenazan nuestro medio no hacen más que ahondar una crisis de la que la económica es tan solo una de las caras. Lo que resulta especialmente perverso es que en el caso del TAV, conectarse a Europa se ha convertido en un mantra repetido hasta la saciedad, y que en boca de sus promotores ha ido adquiriendo proporciones casi de valor moral. Esto mientras se nos arrebata la capacidad de tomar decisiones sobre nuestras condiciones de vida, diciéndonos además que este es un sacrificio que debemos hacer en virtud de un supuesto interés general que nadie se ha preocupado en consultar ni han podido constatar.

Esto me hace acordar al padre que, a base de sopapos quizá crea estar educando, y en tono condescendiente se excusa ante su prole: "ahora no lo entiendes, pero un día comprenderéis que lo hago por vuestro bien".

Y es que, en efecto, no lo entendemos, o mejor dicho lo entendemos muy bien y lo rechazamos. Pero no nos conformemos con esperar que este o aquel grupo parlamentario vaya a poner tiritas sobre esta herida que abre el TAV sobre el territorio y en el fondo de las arcas públicas, por la que se escurrirán el equivalente a los presupuestos forales de todo un año. A este adefesio del desarrollo, que es en realidad el crecimiento de la cartera de unos pocos, hay que frenarlo entre todos en las calles de nuestros pueblos y ciudades.

Por el rechazo activo de este modelo social devastador e injusto: pensar, crear, resistir y construir comunidades vivas y en lucha por sus intereses colectivos. Puestos a recortar, el 21 de abril cortémosle entre todas y todos las vías al TAV.