JA Ratzinger, jefe del Estado Ciudad de Vaticano con nombre adjunto Benedicto XVI, el 5 de abril, día del amor fraterno (vaya paradoja), en tu comparecencia ante la televisión, revestido de tus mejores galas, recuerdas a los sacerdotes austriacos su obligatoriedad a obedecer y desistir de su empeño de que las mujeres sean ordenadas sacerdotisas. Esgrime como justificación que la Iglesia no puede consagrar a mujeres, y para mayor abundamiento recuerdas lo dicho por tu antecesor Juan Pablo II : "De forma irrevocable no nos dijo nada al respecto". Bueno, ¿y qué?
Esta afirmación es absolutamente falsa, y en términos jurídicos se puede decir que se incurre en perjurio. Me refiero a Ludmila Javorova, sacerdotisa católica con la misma validez que lo pueda ser Ratzinger, pues fue consagrada por el arzobispo de Brno, Felix María Davidek el día 28 de diciembre de 1970, potestad concedida por un antecesor, cual era Pablo VI. Ludmila vive y ejerce su magisterio. Pese a tu inmenso deseo no puedes excomulgarla, pues ello significaría que reconoces su validez sacerdotal.
"La Iglesia no puede...", y sin embargo no dudaste ni un ápice en defenestrar a un obispo australiano por reconocer públicamente tal posibilidad. Dr. Ratzinger, ante la rotundidad de tus palabras, te diré lo que expongo con más detalle en mi libro Con la Venia del Anticristo: "La afirmación que no se sepa demostrar, puede no ser cierta. Pero... es cierto... absolutamente cierto que... toda afirmación que no se pueda demostrar es necesaria e intrínsecamente falsa y perversa".
El domingo de Ramos se repartieron en Vaticano, para los 60.000 creyentes, 200.000 palmas. Se puede saber cuánto costaron y la cantidad de pan que se pudo comprar para paliar el hambre de tus semejantes.