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60 años de reinado

Conmemoran el jubileo de la reina de esta pérfida Albión, esta Inglaterra de esplendores imperiales, todavía. No se olvide que todavía saludan como reina en Canadá o en Australia, entre otros territorios de ultramar, a la vetusta monarca, donde se sigue ostentando la bandera británica con el añadido de la antigua colonia. A España, de torpe diplomacia y estilo, las antiguas colonias le roban las grandes empresas, como hace poco en Argentina; al Reino Unido no le pasan esas cosas. El mundo británico es sin duda una excentricidad de gran calidad, porque ha sabido conjugar excelentes tradiciones con lo mejor de la modernidad. Se mantienen tradiciones que no sólo competen a los bailes, las fiestas o la religión, como en el caso ibérico, sino también a las instituciones y no sólo porque los jueces todavía se coloquen pelucas y vistosa indumentaria en sus juicios. Esto es una de las grandezas de las islas británicas y se ve en sus universidades y centros de investigación. Un pequeño país, bien organizado, mantiene lo mejor del pasado en Oxford, Cambrigde y otros muchos centros, con ceremonias, excelente arquitectura, bibliotecas antiguas, maneras, modales... Pero a la vez siguen siendo la excelencia del mundo en investigación y nivel de estudios. Siguen siendo uno de los países más poderosos y ricos del planeta, creando inventos, descubriendo cosas fantásticas que luego, como la penicilina, serán útiles a toda la humanidad.

En España hubo una poderosa universidad en Salamanca, en Santiago, en Granada, pero, comparado con las citadas británicas, suenan hoy a broma. Lo mismo sucede en tantas instituciones excelentes, que España apenas logra mantener en los adecuados niveles, porque se dejan caer, como las obras de los ayuntamientos que hacen una gran remodelación urbana pero luego no se ocupan de limpiar o reparar unas baldosas, cubriéndolas con un pegote de cemento chapucero e indigno.

Ojalá tuviéramos nosotros sesenta años de reinado en prosperidad continuada, en instituciones reafirmadas con lo mejor, para bien de los demás. Se defienden tradiciones apasionantes como las de los toros y bellas como las procesiones de Semana Santa, pero pocos defienden que lo que hace avanzar la sociedad, los centros educativos y culturales, las universidades, etcétera, conserven sus buenas propiedades o mejoren. Aquí, de momento, son impensables ciertos jubileos.