En las últimas semanas he sido testigo incómodo de dos escenas diferentes. Una en mi televisor y la otra en la gran pantalla cinematográfica. La primera se trata de la alcaldesa de un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme quien eligió el momento, el lugar y (especialmente) el tono equivocado para expresarse (o para seguir un guión realmente embarazoso) en un idioma que no es el suyo, sobre las cualidades de su ciudad merecedora, según ella, de poder organizar unos Juegos Olímpicos. Desde su actuación estelar mucha gente no ha dejado de criticar, parodiar o mofarse de su deficiente nivel de inglés. La otra escena, para mí mucho más incómoda, aparece en la película Paradies: Liebe del director Ulrich Seidl. En ella dos cincuentonas austriacas -turistas del sexo- toman el pelo a un respetable barman keniata, quien seguramente habla tantos o más idiomas que ellas, y se ríen a carcajadas de sus intentos de pronunciar unas cuantas palabras en alemán siguiendo el modelo que estas atrevidas le presentan.
¿Debería ser causa de risa la imperfecta pronunciación de una persona no nativa que habla otro idioma? Entre las dos escenas hay una diferencia sustancial. En la primera, la intervención es fruto de la arrogancia, la prepotencia y la ineptitud mientras que en la segunda se trata de una persona indefensa, víctima de las burlas de personas burdas. Vuelvo a preguntar si deberíamos reírnos de las personas que no pronuncian bien nuestro idioma. Cada lengua es un tesoro y las personas que queremos buscarlo no deberíamos callarnos por miedo de que se mofen de nosotros. Una lengua es mucho más que una pronunciación perfecta, es cultura, comunicación, comunicación de sentimientos, emociones, deseos?.
En varios estudios, por ejemplo, Trimis (2005), Derwing (2003), se ve que la mayoría que estudia inglés como lengua extranjera quiere hablar como un nativo. Esto es muy loable pero como afirma Derwing "está fuera del alcance de muchos". En gran medida está en nuestras manos y dentro de nuestras posibilidades llegar a expresarnos lo mejor posible para que nuestro mensaje sea lo más comprensible. En cualquier situación de comunicación el papel del interlocutor es fundamental. ¿Es comprensivo? ¿Quiere entendernos? ¿Se fija en el contenido o solo en el envoltorio? A veces no hay comunicación porque el interlocutor no sabe escucharnos y no es debido a nuestra pronunciación. En cualquier ámbito de la vida, lo diferente no debería ser motivo de burla y, en el ámbito de las lenguas, deberíamos estar agradecidos de que una persona que no habla nuestro idioma se esfuerce en hacerse entender porque, en el fondo, quiere acercarse a nuestra cultura. Quiero animar a todos a seguir aprendiendo idiomas. Nos hace más receptivos, respetuosos y humanos.