Con el choque de trenes que se avecina entre Cataluña y el Gobierno de Rajoy, es el momento idóneo para renovar por completo la Constitución española y no solo darle una mano de pintura.
Todos sabemos que nuestra Constitución se aprobó en referéndum el 6 de diciembre de 1978, hace 35 años. O sea, que a día de hoy pudieron votarla los mayores de 53 años. ¿Y los que ahora tienen menos de 53, que son la mayoría demográfica? ¿Se les ha preguntado si la aceptan? Aunque estas líneas lleven cierto tufillo nacionalista, nada más lejos de la realidad. No soy nacionalista vasco, catalán, gallego? ni nacionalista español, por lo tanto, me trae sin cuidado que este país se llame España, Estado español o Estados Unidos Ibéricos (perdón? españoles, para no ofender a Portugal).
La Constitución española hay que renovarla porque se ha quedado obsoleta, por ejemplo, un artículo nuevo que se debería añadir: "queda terminantemente prohibido en el hemiciclo del Congreso de los Diputados que sus señorías hagan uso del whatssap (aquí se viene a currar)". Este artículo es una banalidad, pero quiero demostrar que en 35 años han cambiado muchas cosas y muchas otras han desaparecido.
Respecto al referéndum catalán, que parece ser el estandarte que usan algunos para iniciar una renovación de la Carta Magna, para mí está claro: basta que en un matrimonio, uno de los cónyuges quiera separarse para llevar a cabo dicha separación. De lo contrario, una de las partes viviría en un eterno cautiverio. Ahora bien, el que deja el hogar debe entender que no puede llevarse consigo todo el dinero, la casa, los muebles, el coche, los hijos? eso no es ser nacionalista, sino nacionalisto.