Nuestro fútbol está en el punto de mira de la Comisión Europea, un hecho doblemente triste si tenemos en cuenta que desde nuestra propia casa no hemos sabido reaccionar a tiempo. Podemos entender sin mucho esfuerzo que los contribuyentes alemanes, habituados a pagar rescates, se pregunten cómo una economía diezmada como la española se permite una burbuja tan abultada. Los contratos millonarios de la Liga y el apoyo financiero que reciben (incluso público) contrastan con la penosa situación de muchos profesionales cualificados que se ven forzados a emigrar. Este viciado ambiente ha generado su propio submundo de corrupción e irregularidades, de las que ni grandes figuras como Lionel Messi están a salvo. ¿Cuándo pensábamos poner orden en todo esto?
Pero el juicio al negocio del fútbol no puede extenderse al deporte en sí. Debemos recordar que el llamado deporte rey ha generado una serie de modelos, ya sea individuales o colectivos, cuya dimensión sobrepasa los terrenos de juego. Desde la lucha de Matthias Sindelar, el jugador austriaco de ascendencia judía que desafío a los nazis, hasta la superación de Ronaldinho Gaucho o Andrés Iniesta, quienes alcanzaron el estrellato sin olvidar sus orígenes. Desde el primer Campeonato del Mundo que ganó la República Federal Alemana, signo y vehículo para la integración definitiva del país en la nueva Europa, hasta las añejas victorias continentales del Real Madrid, balsámicas para una sociedad atrasada y sin horizontes. Y qué decir de Osasuna, esa rara excepción capaz de unir las opiniones de muchos navarros habitualmente enfrentadas. Así pues, lo más urgente es recuperar la función social del deporte en sí mismo, para lo cual necesitamos superar un modelo que solo se rige por la ley del beneficio. En esto el fútbol vuelve a identificarse con la vida misma, con la necesidad de reglar, de poner controles para que la codicia no acabe desfigurando algo bueno, incluso necesario.
Bienvenidas sean las pesquisas de Bruselas si con ellas volvemos a tomar conciencia de los cambios que necesitamos, dentro y fuera de los estadios.