En los Evangelios se hace ver que la fe mueve montañas. Y también se dice, en relación a alguna curación sobre la salud: "Tu fe te ha salvado". Todas las cosas tienen una interpretación acorde con el contexto en que se dicen. Las montañas no se van a ir para allá ellas solas. Ese tipo de magia no se produce en la naturaleza. Pero cuando la naturaleza se pone brava, puede ser que nos pille allí mismo o en otro lugar. El ordenador del universo es mucho más preciso que toda la capacidad que tiene el ser humano para generar ordenadores y programas.

La ley de causa y efecto hace que cada ser humano atraviese las experiencias acordes con lo que tiene que vivir en ese periodo para aprender y crecer en sí mismo. Todo esto es duro de aceptar y asimilar, pero la humanidad cada vez es más consciente de que las cosas no son porque sí, sino que tienen un por qué. Si el ser humano, a nivel colectivo, fuese lo humilde que debería ser, admitiría que todo lo que logramos entre todos ya estaba en Dios antes de existir nosotros. Los teólogos, con todos sus dilatados estudios, no saben explicar bien esto. Por eso mucha gente ya no sabe qué creer. Van a los funerales para quedar bien con la familia del que se ha ido a dormir, pero poco más. Así pues, el que no comprende la vida es porque no ha querido pensar en la trascendencia total de nuestro recorrido desde una mentalidad amplia.

La verdadera fe mueve montañas de ideas. El conocimiento interno, o se logra o no se logra. El que reniega de todo dice: "Todos los curanderos son malos". Y nunca se deja ayudar porque nunca tiene la humildad de pedir ayuda con un mínimo de confianza. Los buenos curanderos no hacen milagros llamativos. Ayudan a la gente, con la propia energía de su ser, a entender mejor la vida y el funcionamiento de su cuerpo. Hay que desterrar el sensacionalismo y buscar la sencillez. Tenemos una sabiduría impresa en el alma. Pero los buenos curanderos existen y ayudan a curar ciertas cosas.