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Un aparato para medir los decibelios

Somos un país en el que una de las cosas que más nos identifica es nuestro buen apetito, pues no en vano, leíamos recientemente que tenemos ocho de los mejores restaurantes del mundo, y todo ello conlleva el enorme ruido que se origina en nuestros restaurantes, pero sobre todo, en nuestras sociedades gastronómicas, y de preocupar el que se da en nuestras sidrerías, capaz de dañar nuestras Trompas de Eustaquio, en ocasiones, con daños irreversibles.

Hoy que ya está inventado casi todo, se echa en falta en estos establecimientos, un aparato que fuera capaz de medir los decibelios, que cuando llegara el ruido a un punto determinado e insoportable, hiciera disparar una sirena, que al llamar ésta la atención del personal, crearía un silencio sepulcral. Previamente, aquellos establecimientos que optaran por su instalación advirtieran a sus clientes que si sonaba una sirena no se alarmaran, explicándoles cuál era el motivo de su instalación.

En un país como el nuestro, donde pregonamos la cultura a los cuatro vientos, cuando nos visitan ciudadanos extranjeros, se asombran con el ruido que se genera en nuestros restaurantes, que va in crescendo, según aumenta lo que vamos comiendo. Recordemos que los momentos más grandes no son los más ruidosos, sino los más silenciosos.

El decibelio, décima parte de un belio, unidad que se utiliza, entre otros, para medir la intensidad del sonido, adaptado previamente a un receptor a una potencia adecuada, haría disparar esa sirena, que provocaría ese añorado silencio en- tre los comensales, que permitiría una agradable conversación, una buena digestión y, sobre todo, que nos garantizaría para el futuro disfrutar de una buena audición. Animo desde aquí a jóvenes ingenieros que investiguen hasta dar con el añorado aparato medidor de decibelios.