He leído algo en estos días acerca de la nueva forma de llamar los llamados anteriormente discapacitados porque alguno, o muchos, se veían discriminados con tal denominación. La verdad es que no le he hecho mucho caso, pero pensándolo un poco, si ello es cierto, yo no solo me siento ahora discriminado, sino ofendido, y mucho, con la nueva denominación, porque funcionalidad implica función, y empíricamente he comprobado que de funcionalidad diversa nada, en todo caso adversa. Y paso a explicarlo de manera breve porque no doy para más:
Le he dicho a mis oídos que oigan y no lo hacen; a mi pierna izquierda que se deje de tonterías, pero ni caso; a mi brazo izquierdo se lo he ordenado, pero se ha abstenido contumazmente de moverse; mi brazo derecho sí se ha movido, menos mal, aunque este sí que tiene funcionalidad, pero adversa, ya que se esfuerza por garantizarme las funciones básicas de la vida. En cuanto al cerebro, le he insinuado que se olvide de dolores, me devuelva el equilibrio, el buen humor y mi memoria que se viene y se va, aunque sin respuesta positiva.
Resumiendo: mucha funcionalidad diversa pero sigo siendo sordo, cojo, manco, enfermo psíquicamente y afectado psicológicamente, y no me importa que me lo digan así, como manda la RAE.
Mejor si discutimos aspectos crematísticos y eliminación de barreras, sobre todo sensoriales, que sí me ofende, porque leyes sin dinero no sirven de nada, excepto para que de vez en cuando se desarrollen. Y las fotos, claro.
Con esto quiero decir que si me vienen diciendo que tengo “funcionalidad diversa”, no sé cómo lo haré e intentaré que se lleve mamporros diversos. Cuántas tonterías tiene que escuchar, digo leer, uno. Incluso la presente, que habrá opiniones, y esta vez sí, diversas.