A veces elogiar a un político resulta sorprendente por ser poco frecuente. Parecería que habitualmente la crítica no les afecta porque va con el sueldo. Por eso satisface cuando se les puede elogiar si su comportamiento es ejemplar al realizar su función pública.

Al recientemente nombrado consejero de Trabajo del Gobierno Vasco ya se le ha cuestionado porque fue condenado por incumplimiento de los términos de una sentencia que ordenaba dar prioridad al pago de las deudas a la Seguridad Social respecto a los salarios pendientes de los trabajadores de una empresa de la que Toña fue nombrado liquidador. Decidió abonar los salarios pendientes de los trabajadores y después atendió la deuda institucional. Los buitres políticos y prensa de las alcantarillas denunciaron de inmediato la ilegalidad del señor Toña por incumplir los términos de una sentencia. El juicio de la ciudadanía no puede ser otro que elogiar su sentido de la ética al aplicarla con toda la dignidad según su conciencia, aunque para ello haya tenido que violentar los términos fríos de una sentencia legal. Sí, será legal, pero sin un gramo de humanidad.

Políticos que anteponen su conciencia a los mandatos de jueces que se limitan a aplicar mecánicamente las leyes como si no se tratara de seres humanos son los que contribuyen a dignificar a la clase política al cumplir el exigente y arriesgado mandato bíblico: “no está hecho el hombre para el sábado?”.

Es de elogiar la decisión consciente del lehendakari de asumir el riesgo que lleva consigo este nombramiento. Sorprende porque cualquier responsable sabe que va a ser criticado por los fariseos que aplican la literalidad de la ley para atacar al oponente que tiene clara la jerarquía de valores. Aunque pueda tener consecuencias su decisión: al menos servirá para que la población conozca que está gobernado por políticos con ética y con valores humanos. Un detalle muy significativo ha sido que los sindicatos vascos han salido en defensa del nuevo consejero por cumplir con su conciencia. Ya lo denunciaba Nelson Mandela: “No me da miedo el ruido de la gente, lo que temo es el silencio del poder”.