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Carta a la jubilación

La cosa está que arde y ya era hora. Solo aclarar un punto para que los economistas, politólogos y políticos sean honestos: ¿cuánto vale lo que las mujeres han hecho gratis para parir 3, 4, 5, 6 hijos y más, alimentarlos, cuidarlos, educarlos, preparar la comida, dársela, lavar la ropa, limpiar la casa, planchar...? Las mujeres de este país lo han mantenido sin cobrar, han preparado la comida para que los hombres fueran al campo, los niños a la escuela, los jóvenes al instituto y a la universidad, han lavado y planchado la ropa para que los hijos/as fueran a la oficina y a la fábrica. Las madres, aunque los hijos/as sean catedráticos, ministros, obispos o directores de bancos, tertulianos de radio y televisión o jefes de multinacionales, se preocupan de que lleves el pañuelo y la camisa limpios y planchados. Cuando la mujer se jubile se encuentra sin cotización a la Seguridad Social. ¿Ahora le toca morirse de hambre y de frío porque no tiene derecho a una pensión digna? El Presupuesto General del Estado tiene una obligación con alguien que ha dado su vida para que el país esté vivo.