Estos días estamos leyendo que una anciana con alzhéimer de 94 años, por culpa de los recortes en dependencia, tiene que soportar una hora diaria de viaje para ir a un centro de día. Esto no hay por dónde cogerlo. ¿Por qué todos estos recortes sufridos y padecidos a lo largo de la crisis los han tenido que sufrir las personas más vulnerables?

Los diferentes gobiernos (independiente del signo que sea, ahí están todos en el mismo barco) nos han hablado de lo humano y lo divino: que si no hay dinero, que si hay que apretarse el cinturón, pero varias cosas están claras: aquí hemos salvado a la banca (por cierto, ¿cuándo van devolvernos nuestro dinero?), a las autopistas, seguimos pagando pensiones vitalicias a los expresidentes de gobierno... ¿Quieren que siga?

Está claro que dinero hay, pero muy mal repartido y distribuido: mientras a la gente más poderosa falta tiempo para echarles un capote, a la gente con menos recursos les negamos el pan y la sal. ¡¡Indignante se mire por donde se mire!!