Hace unos días el señor Julio Anguita (gran político y persona honesta) comentaba en un plató de televisión que cuando él estaba en activo en el Congreso, un ministro le dijo “la política es un negocio”. Bien cierto es que, de una u otra manera, los políticos y también las políticas (no todos), han utilizado el ser presidentes, diputados/as y/o senadores/as para sus negocios, bien personales o para favorecer a terceras personas. Ejemplos de ello los tenemos por decenas, las hemerotecas están repletas de ministros, diputados y senadores que han intermediado en empresas españolas y extranjeras para realizar grandes obras con las consiguientes comisiones para esos y esas políticas.

También es sabida la historia de las puertas giratorias que son utilizadas por políticos y políticas que, cuando dejan su labor en el Congreso o Senado, son admitidos en empresas del Ibex 35 como Naturgas, Endesa, Telefónica, Repsol o Gamesa Eólica, entre otras muchas, para su Consejo de Administración o como delegados y siempre con un sueldo o asignación anual de muchos miles de euros.

Las incompatibilidades las designan el Congreso y el Senado. Moralmente y éticamente son conductas que debieran desaparecer, pero como se suele decir “los favores se pagan” y así nos luce el pelo en este país de puertas giratorias y de puentes levadizos. Luego están los que se cuelan en la política para casos personales de justicia, de defensa, de educación o de sanidad, en los que a través de las distintas comisiones se podrían dirimir algunos casos concretos, aunque esto no es lo mas normal.

Esperemos que después de estas elecciones, la política se regenere y vuelva a la normalidad para que la gente consiga de ella lo que sus representantes siempre pregonan, pero que hasta ahora nunca han cumplido. Lealtad, honradez, honestidad y transparencia son las normas que deben inspirar a los y las políticas para desarrollar su labor y, si no son capaces de ello, deberían dimitir inmediatamente y no aprovecharse del cargo público pagado por todos y todas.

Y para finalizar, recordar que Hacienda somos todos y que el llevarse cantidades millonarias a paraísos fiscales también es delito y que debiera estar más penalizado.