Salman tiene bastante más dinero que Otegi. Ambos son personajes con más sombras que luces y no se merecen las mismas sonrisas. La sonrisa afectuosa que Pedro Sánchez le dedicó a Salman en la cumbre del G-20 en Osaka jamás se la dedicaría a Otegi. Da igual que el príncipe saudí esté detrás del silenciado asesinato al periodista Khashoggi o de las muertes de miles de civiles en Yemen. Eso pilla muy lejos. Se da la circunstancia de que la cumbre del G-20 ha sido la misma semana en la que Otegi era entrevistado por TVE. Mientras la sonrisa de Pedro, el guapo al príncipe heredero pasaba desapercibida, la entrevista a Otegi desencadenaba críticas y se acusaba a TVE de querer blanquear a un terrorista. Estaría bien escuchar a cierta izquierda que criticaba las reuniones de Salman con el rey de España hacerlo también con el cuidadísimo trato que le dispensa el Gobierno socialista. “Simple cortesía”, diría algún portavoz con voz de sapo. Para terminar la semana, la capitana alemana del Sea Watch, Carola Rackete, era detenida por las autoridades italianas comandadas por el ministro del Interior xenófobo Matteo Salvini. Se enfrenta a 10 años de cárcel por intentar salvar a 40 migrantes que fueron rescatados en un bote frente a la costa de Libia. La capitana fue recibida al grito de: “Espero que te violen cuatro negros”. El barco Proactiva Open Arms estuvo bloqueado 100 días en el puerto de Barcelona por orden del Ministerio de Fomento. Oscar Camps, fundador de Open Arms, dijo que “antes presos que cómplices” y nada más retomar su actividad de manera “ilegal” ya han rescatado a 40 personas a la deriva, dirigiéndose con ellos hacia Lampedusa. Las amenazas de Salvini no se han hecho esperar. Mucho se habla de la industria 4.0 o la cuarta revolución industrial. Espero y confío en que quienes se encarguen de liderarla se parezcan más a Carola Rackete y Oscar Camps y menos a Arnaldo Bin Sánchez.