Hasta que se demuestre lo contrario. Si nos cargamos la presunción de inocencia para juzgar a las personas según nos parezca (yo sí te creo, yo no te creo) terminamos aceptando que no puede haber un sistema de justicia válido sino mil opiniones, y que bastan testimonios confusos o pruebas no fundadas para condenar a alguien por agresiones sexistas, pederastia o terrorismo por el simple hecho de ser acusado. ¿Esto es lo que pretenden quienes organizan una protesta contra la presencia de Woody Allen en Donostia para filmar escenas de su nueva película?

Porque estaría muy bien que demostraran su crítica a los supuestos privilegios que se le hayan podido conceder en el rodaje o a la promoción turística de Donostia; están en su derecho de defender otros modelos de turismo y de usos urbanos, y hasta es posible que el propio Woody Allen esté muy de acuerdo con aquellas medidas que eviten los excesos de ciudades como Venecia y Barcelona y la dichosa gentrificación. En cambio, parece molestarles mucho más la sola presencia de este gran director, que ya ha sido juzgado y declarado inocente, y cuya obra no es para nada sospechosa de un recalcitrante machismo.

Cierto que al director neoyorkino no le han ayudado quienes se han negado a estrenar su última película cediendo a presiones tácticas de mercado. Ni las actrices que le han negado el apoyo pese a que ninguna se ha quejado del trato recibido ni ha visto ninguna conducta reprobable. Cierto que la repercusión de movimientos como el MeToo puede servir de coladero a intrusas que aspiran a vengarse cargándose reputaciones sin pruebas o por otros motivos inconfesables. Por eso es tan importante el rigor para evitar linchamientos. Mal asunto si bastara con acusar a alguien para ser creída. ¿Queremos eso?

De momento no hay nada más que condene a Woody Allen. No ha huido de la justicia como Polanski o Assange, sino que se ha sometidos a todos los trámites judiciales, que no han sido pocos. Todo se basa en unas acusaciones de una sola persona. Tiene además a su favor testimonios también muy creíbles de quien considera que su acusadora ha sido abducida desde niña por las maquinaciones sórdidas de Mia Farrow, acusada también de abusos por uno de sus hijos. Bonito drama familiar en el que los enemigos de Woody Allen han decidido tomar parte para acabar con él de una vez.

¿Así que tiramos piedras a quien nos parece culpable aunque no haya pruebas de que lo sea? ¿No tiene Woody Allen derecho a ser creído cuando afirma que es inocente? ¿Les gustaría a sus inquisidores recibir el mismo trato?

Me parece muy triste que quienes quieren sabotearlo o se nieguen a recibirlo demuestren un concepto de justicia basado en pareceres orquestados sin pruebas. En realidad Woody Allen ya se cargó algunos dogmas patriarcales al atreverse a querer a la hija adoptiva de su mujer, ya retrató en sus filmes a mujeres inteligentes y empoderadas que desafiaban a la sagrada familia, ya irritó al puritanismo yanqui y al conservadurismo de la industria del cine; no le faltaban, pues, enemigos moralistas que hoy disfrutan su venganza. Pues bien, que no nos confundan. Que no usen el feminismo para linchar a quien odian por otros motivos. Seamos justas. Yo sí te creo, Woody. Y estaré encantada de ver tu película filmada en Donostia.

El autor es feminista, turista y fan de Woody Allen