las coca-colas más caras del mundo han llegado a nuestra querida ciudad. Habíamos oído hablar de ellas, pero ahora todos y todas podemos comprarlas. Una gran variedad de refrescos, cafés y consumiciones de todo tipo a módicos precios de 500, 700 o incluso 1.000 euros. No deja de ser curioso, pues eres tú quién elige el precio, pero también en qué cantidades y en cuánto tiempo las quieres pagar.

Cuando llegaron, nadie pensó que se acabarían vendiendo. A todas luces, parecía algo absurdo que alguien fuera a pagar esas ingentes cantidades de dinero por simples cafés o refrigerios.

Pero en este tipo de consumiciones de lujo, se están gastando millones de euros en publicidad y es prácticamente imposible evitar verlas en cualquier medio de comunicación, a cualquier hora.

Al principio parecía absurdo, pero así funciona la publicidad, atacan los cinco sentidos y tratan de inyectarnos en el cerebro algo tan carente de sentido como coca-colas de 1.000 euros. De pronto, algunos de tus amigos, amigas o familiares quieren probarlas. No te lo explicas, en realidad es inexplicable, pero tu sobrino, tu hermana y tu tío están probando esas impagables bebidas a escondidas o entre amigos.

A la voraz publicidad se le suman caras conocidas y estamos contemplando como cada vez se abren más locales de este tipo, paradójicamente, en aquellos barrios con menor poder adquisitivo.

Quieren que nos habituemos, que los veamos como un negocio más, pero no son más que una trampa maliciosa de gente sin escrúpulos jugando con los sentidos de la gente más vulnerable. Coca-colas de luces y sonidos. Personas de todas las edades endeudándose en una batalla perdida de algoritmos y estadísticas. Jóvenes comprando euro a euro su propia miseria y la de sus familias.

Estos locales han venido para quedarse y formar parte de nuestro día a día, lo que inevitablemente supondrá un gran impacto económico y social en muchas personas y sus familias. Es una obviedad mencionar que este impacto será trágico y nefasto.

No vale de nada pensar que nadie está obligado a entrar, ya que por perverso que suene, nadie se libra de plantearse acceder alguna vez a estos lúgubres locales para probar el sabor de las nubes.

No podemos convivir con locales ofreciendo cafés, refrescos y demás a precios infinitos.

Por coherencia (ya que todo está pensado para el fracaso de quien cruza la puerta) y por responsabilidad social y humana debemos sacar las casas de apuestas de nuestros barrios y ciudades, pues son despiadadas y nos agreden en muchos ámbitos, siempre queriendo maquillar agujeros negros con caretas de dinero fácil.

Toda esta perversa y creciente red de juego con dinero nos acabará afectando a todos directa o indirectamente. Mi más sincero apoyo a todas las personas que han conseguido dar la espalda y luchar porque estos altos precios no se paguen nunca más.

P.D: En la mayoría de estos locales ofrecen consumiciones gratuitas si juegas tu dinero.