Por medio de argucias la prensa servil con el sistema capitalista, la opinión pública mundial está percibiendo que en Hong Kong se está dirimiendo una disputa entre los países de la órbita de Estados Unidos junto con sus monaguillos de la Unión Europea, frente a la “opresión de la metrópoli amarilla que amenaza invadir la excolonia inglesa para sofocar las ansias democráticas de su población contra la perversa dictadura comunista china”, Trump dixit.

La actitud provocativa de Occidente es una batalla más de una guerra, por ahora sólo económica, que el sistema ha diseñado para desprestigiar el desarrollo económico y social opuesto chino que crea más riqueza y la distribuye con mayor justicia tal como demuestran las estadísticas y observando la realidad de la población china y la de los países con los que han establecido relaciones mercantiles y políticas más justas que les están permitiendo salir de la miseria que el sistema capitalista les ha impuesto históricamente expoliándoles sus riquezas naturales.

China se ha convertido en la primera potencial en perjuicio del “sistema de mercado” explotador potenciado por Estados Unidos. La atroz política económica con la que Trump sueña desestabilizar a China con maniobras militares en la zona de influencia china en el Mar de Japón y azuzando a Taiwán, acompañadas con implantación de aranceles a la importación de productos chinos que son respondidas adecuadamente por el gigante oriental con serenidad, evitando entrar en juego frívolo de Trump.

Sería curioso imaginar cómo reaccionarían los yankees si China iniciara maniobras militares en las costas de New York o estimulara a la población de Puerto Rico para que exigiera la celebración de un referéndum para salir de la Unión.

Hong Kong se ha convertido en el nuevo centro estratégico mercantil e industrial mundial sustituyendo a los tradicionales de Londres y New York que está escenificando importantes tensiones en el sistema capitalista que tanto dolor e injusticia ha provocado a lo largo de la historia.