Apesar del auge de los nuevos servicios de vídeo bajo demanda, los canales de televisión continúan destacando como marcas reconocibles con audiencias millonarias y como uno de los soportes publicitarios más eficaces. Su poder de influencia en la opinión pública es evidente. Noticias recientes como la cancelación de Pasapalabra en Telecinco y su repercusión en los medios y en las redes sociales ponen de manifiesto la fortaleza de la televisión tradicional.

Múltiples razones explican el éxito de este concurso durante casi 20 años de emisión. En primer lugar, el programa se asienta sobre un formato con una estructura dramática que alcanza su clímax al final del capítulo (el rosco) -como ocurre en cualquier serie de ficción-. La participación de famosos también representa uno de sus principales atractivos. Y como buen concurso, Pasapalabra convierte la pantalla en un auténtico juego que permite la participación emocional de la audiencia al identificarse con los personajes protagonistas. Además conjuga de un modo extraordinario entretenimiento y cultura, permitiendo al telespectador aprender a la vez que se entretiene.

El espacio que este programa ocupaba en la parrilla de programación es especialmente relevante para los canales de televisión generalistas. El tramo horario de 8 a 9 de la tarde se denomina access prime time. El contenido que ahí se emite tiene como misión acumular telespectadores para luego trasvasarlos a la franja de máxima audiencia, el prime time, cuya oferta se inicia con el informativo nocturno. Así, en este tramo horario es habitual programar espacios breves, fáciles de seguir -con el objetivo de que la audiencia pueda sumarse en cualquier instante-, dirigidos a un público amplio y con potentes dosis de humor. En este sentido, Pasapalabra destacaba como un título perfecto y cumplía una misión clave en Telecinco: servir de acceso a su informativo principal.

Desde la perspectiva de la programación, la repentina cancelación del concurso ha puesto de manifiesto que los cambios traumáticos en la oferta afectan a la imagen del canal y a la fidelidad de la audiencia. Y una vez más se ha comprobado cómo ante un cambio imprevisto en la programación, la solución más rápida y económica consiste en la extensión de un programa existente -opción elegida por Telecinco-, recurrir a repeticiones o emitir contenidos enlatados -ya producidos-. La creatividad, a pesar de destacar como la esencia del medio, no resulta ser el primer recurso en caso de emergencias.

Los primeros datos de audiencia del programa sustituto de Pasapalabra, la edición Banana de Sálvame, no son negativos. Sin embargo, si se analiza el grado de cumplimiento de la función que debe cumplir el contenido emitido por televisión a esa hora -acumular audiencia y trasvasarla a la franja de mayor valor comercial-, sus resultados son más discutibles. El informativo nocturno presentado por Pedro Piqueras ha perdido telespectadores, de tal modo que Telecinco arranca su prime time en una situación de menor ventaja que antes.

La cancelación del concurso también pone de relieve un debate relevante para la televisión, el referido a la protección de los derechos de autor -morales y de explotación comercial- que corresponden a los creadores de los formatos. Como toda industria, la audiovisual también necesita unas reglas básicas de competencia que promocionen el juego limpio.

El origen de Pasapalabra es el formato británico The Alphabet Game, propiedad de ITV Studios. El conflicto comenzó cuando Telecinco decidió romper el contrato y continuar con la emisión del programa dejando de pagar la licencia correspondiente, al alegar que su versión de Pasapalabra era muy diferente a la original. Sin embargo, tras un complejo litigio, la Justicia ha dado la razón a ITV, al considerar que el programa de Telecinco vulnera los derechos de propiedad intelectual de la empresa británica.

En conclusión, este caso evidencia la dificultad de proteger legalmente los derechos de autor de los formatos televisivos, al no ser obras literarias ni audiovisuales totalmente acabadas, sino proyectos destinados a ser producidos audiovisualmente. Solo un importante componente de originalidad sirve de garantía.

También se pone de manifiesto que los formatos son obras abiertas y en continuo desarrollo. Para valorar si hay plagio o no, no basta con comparar el programa con la primera versión del formato original, sino que hay que tener en cuenta su evolución completa. Y, finalmente, conviene tener presente que los cambios realizados al formato son siempre propiedad de su autor original, y no de la productora o el canal que adquiere la licencia y lo adapta. Toda modificación debe ser aprobada siempre por el propietario del formato. Por tanto, parece que Telecinco obvió algunos de estos importantísimos puntos.

Aunque la cancelación de Pasapalabra supone la pérdida de un contenido de calidad en la televisión española, se refuerza una norma básica de toda industria creativa: la obligatoriedad de respetar los derechos de autor.

Profesor titular de Comunicación en la Universidad de Navarra