Nunca debieron arder esas calles, nunca crepitar ese fuego del asfalto, sobre todo el de adentro. ¿Inconsciencia de togados acarreando combustible al arrimo de ya calentadas emociones? Pudo ser brisa mediterránea y no tsunami del llamado Pacífico, amanecer y no noche incendiada, victoria para todos, triunfantes manos de conformidad apretadas y no tanto capítulo de revés, miopía y sufrimiento.

Pudo ser virando la historia, despertando una nueva conciencia de supremo cuidado y respeto y no desenvainando el roñoso y archiconocido sable. Pudo ser en armonía y acuerdo, jamás con búsqueda y captura, amenazas y rejas. Pudo ser de otro modo. Bastaba situarse en las coordenadas de un presente definitivamente más inteligente y flexible, más despierto y civilizado. ¿Por qué lo hicieron tan complicado, sobre todo tan absurdo y doloroso? Pudo ser sin padres y madres privados de ver a sus hijos, sin desenvainar una sola porra, sin urnas clandestinas que emergían de la noche cual altares rescatados.

Nos duele la España que necesita editar apresurado vídeo para intentar creerse a sí misma. Todo el inglés del mundo, en pretendida autoafirmación democrática, no puede borrar la tan evidente como incomprensible torpeza de Estado. Quien domina los verbos regulares e irregulares del universal idioma sabe que la imposición es la antítesis de la democracia, que la judicatura nunca soluciona una grave crisis política. ¿Hubiera corrido el vídeo entero en la pantalla de un Besteiro o un Largo Caballero?

Pudo ser a plena luz del día, con urnas de pulido cristal brillando al sol. Pudo ser sin anacrónicas condenas, sin banquillos medievales, sin tribunales que se autodenominan supremos. Pudo ser en hermandad, entendiendo que la verdadera unidad sólo se consagrará en libertad. Nos duele la España que se resiste a sumar con la diferencia, a mirar desde la horizontalidad y sin controlador epicentro, a correr con los tiempos y sus vientos. Pudo ser en sintonía con el nuevo milenio, sin intolerancia, sin “ordeno y mando”, con Carta Magna a la altura del momento. Pudo ser enterrando a Torquemada y dando la voz a quien corresponde. La Tierra era redonda, hay millones de caminos para llegar a Dios y los conflictos políticos urgen de negociación y acuerdo.

Podíamos ahora mismo marchar juntos en hermandad, en exquisito respeto de nuestras singularidades y crecientes autonomías. Sobraban los cascotes y las vallas, los petardos y las sirenas, sobre todo sobraba la cerrazón de quienes no han movido ficha en medio de un tablero tan agitado. Sobraban las altas llamas en las grandes avenidas, sobre todo el elevado orgullo de quienes no toman mesa ni asiento.

Pudo ser sin ojo saltado, sin vuelos cancelados ni policías bloqueados, sin incomprensibles juicios y la dignidad que se pretendió dejar por los suelos. Pudo ser con mutuo entendimiento de por medio, reconociendo cada quien la carga de razón del otro, dialogando y no persiguiendo.

La verdad y la nobleza de ideales siempre acaban triunfando. Los pueblos son medidos, y al pueblo hermano catalán, en estos momentos movilizado, le ha llegado su iniciación, la oportunidad de no guardar rencor a quienes encarcelan a sus dignos representantes, a quienes tratan de cerrar su propio y particular camino. Con más o menos vueltas, sin prisas ni presiones, todas las sendas nos devolverán a la ancha y suspirada plaza de la fuente limpia y la comunión. Nos duelen las fronteras, pero éstas no se podrán levantar alto en una España cada vez más hermanada, en un mundo cada vez familiar y globalizado.

La historia pasará lista a todas las banderas, juzgará sobre todo a quienes hacen indebido uso de poder, a quienes hoy juzgan y emiten eurorden. El futuro de democracia verdaderamente consagrada que nos aguarda rendirá tributo a quienes, sin exención de mácula, hoy permanecen en la sombra en añoranza de vuelta con sus seres queridos.