Las Navidades acechan tras la esquina y los buzones ya están llenos de catálogos de juguetes (tanto infante con táblet para seguir gastando en papel cada noviembre). Estos libritos llenos de colores y consumismo están repletos también de diferencias de género, de cosificación de la mujer ya desde niña y de imposición de roles e incapacidad laboral. Sí, sí, porque están enseñando que las niñas no pueden ser conductoras de camiones ni los niños facialistas, por ejemplo.

Probablemente muchas personas me tacharán de exagerada pero creo en la importancia que tienen los pequeños actos y las bases sobre la conducta posterior. Es decir, cuánto importa lo que vemos/hacemos de pequeños, pues influirá en el adulto que seamos mañana, ya que esas mínimas acciones que presenciamos continuamente, harán que consideremos eso normal.

Sin embargo, esto no es más que un pequeño guiño a que mientras continuemos marcando las diferencias desde que los niños son bien pequeños (ya de bebés cada uno tiene su color: rosa o azul), existirán esas diferencias, se acentuarán y unos crecerán creyendo que son superiores a los otros. Y no sólo los hombres sobre las mujeres, también puede ser al revés y también puede ser de uno/a sobre sus compañeros (abuso).

Por esa razón acudo a un básico como el de los juguetes: el niño que juegue a portear a su muñeca, a preparar platos en su cocinita, sabrá que ese no es papel únicamente de la mujer sino también suyo. La niña que juegue con el camión, con el casco de bombero o con el maletín de herramientas, sabrá que cuando sea mayor, podrá ser lo que ella quiera. Y si quiere ser ama de casa y madre, estupendo y si él quiere ser albañil, también. Crecerán habiendo interiorizado que no hay profesiones de hombres o de mujeres, que en ese sentido somos iguales y una vez nos tratemos como tales, desaparecerán problemas como la brecha de género. Realmente pienso que la clave está en la base, en la educación que damos y en la que recibimos y ojalá la focalicemos en conseguir un mundo sin grandes agujeros.