Escribo esta carta con la esperanza de explicar la realidad de los menores con dificultades y conflictos sociales en Navarra, desde mi experiencia como madre de uno de ellos.

A.L. es de Pamplona, tiene 16 años y una vida por delante, truncada por situaciones que no tenía que haber vivido nunca. Su comportamiento era cada vez más agresivo y no tardaron en llegar los excesos.

Ante mi desesperación, en una de sus continuas fugas decidí ingresarle en el COA (Centro de Observación y Acogida). Fue un gran error por mi parte, ya que no recibió la ayuda que necesitaba por diferentes motivos: instalaciones precarias, personal desbordado por la gran cantidad de menores en esta situación, poca ayuda psicológica, desentendimiento por parte de otras instituciones que tendrían que estar coordinadas entre ellas, pasividad de diferentes instituciones ante situaciones complicadas, etcétera.

No quiero culpabilizar a los profesionales de este centro, ni mucho menos, ellos y ellas hacen lo que pueden y se lo agradezco.

Me siento impotente, desesperada, sin saber qué hacer ni a quién acudir, incapaz de decidir algo que tenga sentido, mareada por la burocracia y ahogada por la angustia de una madre sin su hija adolescente. Mi hija lleva 34 días fugada. Espero y deseo con estas líneas que se sepa un poco más la realidad y el día a día de este tipo de casos, y poder ayudar a familias que estén viviendo una situación parecida.

Por último, agradecer de corazón a los y las profesionales de centros como el COA, Cuerpo Nacional de Policía, y en especial a la Policía Municipal de Villava por su gran trabajo y apoyo en todo momento.