Yo tengo 61 años.Yo hice la mili. Fui en julio del 78 (después del ataque de la Policía española al pueblo pamplonés), a los 19 años, cuando aún era menor de edad (la mayoría de edad a los 18 se estableció en noviembre de ese año).Yo aprendí de los militares españoles que la patria es la tierra de los padres. Pero no llegaron a especificar de los padres de quién.Yo aprendí de los militares españoles a matar a mis semejantes; ellos los llamaban enemigos.Yo confirmé, por si -después de lo de la plaza de toros- me quedaba alguna duda, y en muy poco tiempo, que los enemigos eran los ejércitos.Yo aprendí, de su mano, a usar los siguientes útiles de trabajo: pistola Start super parabellum 9 mm, subfusil de asalto Star Z70, fusil de asalto Cetme, granada de mano PO, ametralladora MG, y mortero. Todos sirven para matar, y solo para matar (alguien podrá decir que también para defenderse; sí: pero matando).Yo viví la siguiente historia, de la que doy fe: en septiembre del 78, el batallón acuartelado en Aizoain, América 66, hizo una marcha alrededor del monte Ezkaba. En un momento de la marcha, vimos un camión de bomberos y un pequeño incendio en un rastrojera. Se acercó un bombero (supongo que el responsable del grupo) y habló con el coronel, que dirigía la marcha (yo lo vi porque, dada mi estatura, iba en los primeros lugares). Le pidió que le ayudáramos a apagar el incendio que estaba comenzando entonces. El coronel se negó: la marcha era más importante que apagar el incendio. Si hubiéramos ido, habría bastado, para apagarlo, con que solamente hubiéramos pasado andando por encima de la rastrojera. Pero el coronel se negó. A la noche, el incendio había cogido los montes Txaraka y Ostiasko (el incendio acabó arrasando varias hectáreas de esos montes y se extinguió tres días más tarde). Entonces, el coronel mandó a un retén a apagar el incendio. Quizás para entonces ya se había enterado de que aquelos terrenos eran propiedad de la hermana de la entonces reina Sofía. Y los soldados que fueron en ese primer retén no llevaron herramientas propias para apagar un incendio, llevaron las herramientas propias de un soldado español: mochila de combate, casco, fusil de asalto cetme y los cinco cargadores llenos de balas (100 balas). Para combatir el fuego... ¿a tiros?Yo vivo, hoy, la presencia del mismo batallón en las calles de Iruña-Pamplona para combatir un virus. Hoy no llevan armas (las tendrán en los camiones: un fusilero español nunca viaja sin su fusil de asalto). Mi pregunta es: por mucho que quieran lavar su imagen del pasado (recordemos que fue ese batallón, de ese ejército, quien quemó la falda del monte Ezkaba en unas prácticas de tiro, incendio del que nunca han rendido cuentas), su presencia en nuestras calles ¿a qué responde? ¿por llenar las calles que están vacías? ¿para demostrar que aún están ahí, como hace 507 años, ocupando nuestra tierra, nuestros pueblos, nuestra Patria (la tierra de nuestros padres)? ¿para justificar el gasto militar de los presupuestos estatales? ¿para matar al virus como al fuego... a tiros? Yo aprendí, y hoy lo corroboro, que el ejército falta cuando puede ser útil y está donde sobra.Es lo que un libro editado por Txalaparta titulaba: “la hinteligencia militar”. No llegué a leerlo; ni yo ni nadie: estaba sin escribir; ni una palabra; en blanco total.Alguien dijo que la paz es demasiado importante como para dejarla en manos de los militares; la sanidad, también. Algo no funciona bien cuando la lucha contra un virus la protagonizan generales.Por cierto: ¿cómo es que pueden estar todos juntos en los cuarteles? ¿es que para ellos sí hay material sanitario y test?