Los vecinos de la plaza de Ripagaina, ubicada entre las calles Madrid y Londres, hemos mantenido durante este confinamiento una actitud solidaria y unida desde nuestras respectivas terrazas. Resistiré ha sido el eslogan que nos ha animado hasta ahora. Sin embargo, hace unos días recibí un escrito en el que unos vecinos pedían que nos sumáramos a firmar y difundir dicho escrito en el que mostraban su malestar y disconformidad con los homenajes diarios que desde nuestras terrazas hacíamos a los distintos cuerpos policiales. Aun respetando la opinión de estos vecinos, pues cada uno es libre de sus filias y sus fobias, me veo obligada moralmente a manifestar que no la comparto en absoluto. Y no es solo una opinión personal, sino que también es el sentir de otros muchos vecinos que tampoco están de acuerdo con el escrito de esos vecinos que parecen decididos a romper la unidad, que este barrio pamplonés estaba, hasta ahora, mostrando. Independientemente de la ideología de cada uno, a la que nadie se le pide renunciar, en este momento tan dramático y trágico, en demasiadas ocasiones, la unidad y la solidaridad se hacen necesarias por encima de cualquier otra consideración. En mi opinión, los diferentes cuerpos policiales deben tener, más aún en estos momentos difíciles, proximidad con la ciudadanía a la que sirven, y con su presencia no solo nos sentimos más seguros, sino que también nos sentimos más apoyados, pues no me cabe duda de que su estancia en la plaza es grata. Nadie puede negar que en cumplimiento de sus obligaciones los distintos cuerpos policiales están especialmente expuestos al contagio del COVID-19. De hecho, muchos han sido contagiados y más de uno lo ha pagado con su vida. Por ello, no veo ningún inconveniente en que además de aplaudir a nuestros profesionales sanitarios, por el gran esfuerzo que están realizando, también aplaudamos a la Policía por su encomiable labor. Aun respetando las opiniones discrepantes, no puedo dejar de manifestar mi tristeza por esos vecinos que, guiados por sus prejuicios ideológicos, no están a la altura de las circunstancias. Muchos padres y madres, vecinos todos ellos, me han hecho llegar lo contentos que ellos mismos y sus hijos pequeños salen a los balcones al oír llegar a la Policía y a las ambulancias, formando una sinfonía de luz y sonido entre sirenas, el tintineo de las luces de sus vehículos y los aplausos recíprocos. Sería una pena que mientras dure el confinamiento que tan duro está resultando, este gesto de agradecimiento no se pudiese seguir produciendo.