Tiene que ser de tal magnitud el desastre que viene arrastrando la crisis sanitaria del covid-19 que incluso el Gobierno Foral con más consejerías y cargos intermedios de las últimas legislaturas da la sensación de estar sobrepasado. Son innumerables los frentes a los que la Administración tiene que hacer cargo, pese a contar con más personal o al menos más directivos y asesores a su servicio. Y entre la marabunta de problemas la crisis económica que ya es la realidad patente. Qué difícil es reactivar todos los sectores paralizados, imposible por lo visto analizar caso por caso e intentar del modo que sea que cada persona pueda, con las medidas sanitarias correspondientes, sacarse las castañas del fuego y procurar el sustento para los suyos. En las últimas semanas se han ido cancelando una tras otra las citas festivas de nuestras poblaciones, surge la duda si por prudencia o más por miedo a las responsabilidades penales de que un acto permitido u organizado por un ente público se convierta en foco de rebrote del tan maldito coronavirus. Estas decisiones abocan a la ruina y al matadero a un porcentaje alto de la cabaña brava navarra, imposibilitadas de correr sus reses en calles y plazas. El departamento de turno ya ha anunciado una ayuda económica paliativa al sector, por cabeza y con tope, digo bien paliativo, porque sin otras medidas que ayuden a la reactivación de los festejos taurinos lo único que se consigue es alargar la agonía de los ganaderos y sus animales. Aunque si de verdad se pretende eso, dejar morir a las protagonistas de muchas de nuestras fiestas, las vacas bravas, pagando un bonito sepelio, la verdad es que de ser así lo están bordando.Vuelven, a Dios gracias, la actividad a comercios, hostelería, industria, transportes de viajeros con posibilidad de trenes y autobuses llenos, sí, llenos, y para septiembre ya se deja entrever que el regreso a las aulas será completo. Pongan soluciones también para toros y vacas, que sus ganaderos puedan celebrar festejos y evitar que se vaya por el desolladero la riqueza de la casta y bravura que atesoran las reses navarras. Nuestra comunidad cuenta con once plazas de toros fijas, al aire libre, que, cumpliendo los requisitos de seguridad y sanidad, podrían sacar adelante una programación de primera necesidad para estas personas que viven en cuerpo y alma para sus animales. Que no sea la Administración quien dé la puntilla tras la brutal cornada del coronavirus.