l maestro decidió irse un 6 de julio. Y con él se fue un pedazo de la Historia del Cine. No sabemos a ciencia cierta si San Fermín existió, pero sabemos que Morricone lo hizo. ¡Y vaya que sí lo hizo! Dicen que ni el tipo más duro de entre los críticos cinematográficos pudo resistir el derramamiento de lágrimas en el pase matutino de Cinema Paradiso en el festival de Cannes de 1989, donde la película de Tornatore ganó el Gran Premio del Jurado. Lágrimas por la fibra que toca la historia de la vida de sus protagonistas Alfredo y Totò, por su enfoque nostálgico y tratamiento de temas universales como la pérdida, la memoria, el reencuentro o el primer amor; por su homenaje al cine y a las salas de cine, el más grande y honesto homenaje hasta la fecha, pero sobre todo por su acompañamiento musical. El homenaje al cine se transmite en Cinema Paradiso a través del hilo conductor de la intensa y sensible banda sonora que creó el compositor italiano. Un compositor que demostraba su humildad y sacrificio al afirmar que su trabajo era servir a los intereses del director y su película; y no a su persona. Rara avis, hoy en día.

Alfredo y Totò no serían los mismos personajes sin el abrazo musical del maestro Morricone. Y no es menos cierto que el compositor no hubiera sido el mismo sin el acompañamiento del plano de la imagen. El uno un apéndice del otro. Ignorado durante largo tiempo por una Academia de Hollywood con escasa visión transatlántica para premiar el talento no surgido entre sus fronteras -quizás fuera ese el mejor premio que le brindaron-. Algo, los premios, que no buscaba y era sabido que poco importaban a un genio que creó su primera composición a los 6 años, ha ayudado a redefinir el género western y ha situado a la banda sonora en el primer plano de la experiencia cinematográfica. Sería en cualquier caso injusto centrarse únicamente en sus bandas sonoras para La trilogía del dólar con composiciones como L’estasi dell’Oro, popular incluso entre quienes no conocen al compositor italiano; o en el Gabriel’s Oboe de La misión y el Love Theme de Cinema Paradiso, cuando su obra abarca más de 500 bandas sonoras y otras muchas composiciones de música clásica. Tenía 91 años y seguía trabajando de manera incansable como si fuera el primer día. Una bendición de pasión que nos llegó a quienes lo descubríamos por primera vez gracias al cine. En mi caso, con Cinema Paradiso. Gracias Ennio. Gracias por haberme permitido verte y emocionarme. Especialmente aquella noche estrellada del 11 de septiembre del 2010 en el anfiteatro de Verona. Ese momento no volverá, pero permanecerá para siempre en el recuerdo.