Los estados, en su búsqueda de hegemonía militar, dilapidan cientos de miles de millones en desarrollo armamentístico. Pero ahora que las guerras se dirimen en escenarios repletos de civiles y no en lejanos campos de batalla, este desmedido afán por urdir tecnología letal de última generación, podría acarrear funestas consecuencias a la ciudadanía. Los soldados robot, el flamante engendro a punto de emerger de sus industrias, pueden ser pirateados y usados por enemigos, terroristas o delincuentes. Los robots deberían garantizar de serie su obediencia ciega a las tres leyes de la robótica de Asimov, que impiden dañar a un ser humano por acción u omisión.Varias ONG de gran prestigio, como Human Right Watch, premiada por la ONU, solicitan la prohibición preventiva del desarrollo, producción y uso de armas totalmente autónomas. Por su innegable riesgo, las Naciones Unidas deberían formular políticas en esta materia y considerar su fabricación y uso como crimen de lesa humanidad.