a ONU recoge el derecho de autodeterminación que se aplicó en los procesos de descolonización iniciados después de la II Guerra Mundial, y también en el proceso de desmembración de la URSS y de todo el bloque del socialismo real. En Occidente, Canadá y el Reino Unido se lo han reconocido a los territorios que lo han demandado. Por lo tanto, ni Catalunya ni Euskal Herria tratan de un asunto fantasmagórico cuando reclaman al derecho a decidir. De hecho, que no esté contemplado en la CE del 78 constituye la clave del problema territorial que padece el Estado. Ahora bien, estos procesos democráticos no siempre se pueden articular en contextos socioculturales y político-económicos caracterizados por una complejidad que no tiende precisamente a la uniformidad. En las negociaciones entre ETA-Gobierno español y Batasuna-PSOE de 2006, la IA proponía una autonomía a cuatro (las provincias vascas de Hegoalde). No obstante, el mecanismo constitucional que lo permitiese ya existe: la Disposición Transitoria 4ª. Mientras tanto, la derecha regionalista españolista pretende arrancar ese derecho a los navarros y navarras. Los partidos mantienen en este asunto crucial posturas políticas irreconciliables. En 1936, el poeta Luis Cernuda publicó el poemario La realidad y el deseo. Entre los dos elementos del bello título no se da siempre una clara sintonía. No para quienes niegan la identidad vasca de Nafarroa, pero tampoco para quienes desearían una integración en Euskadi inmediata y la conformación de un Estado vasco soberano. En la Comunidad Foral parece muy prematuro hablar de territorialidad, pero se puede fomentar el aprendizaje y la recuperación del euskera, combatido por el franquismo y por UPN/PP como si fuese una lengua demoníaca, y estrechar lazos económicos, sociales y culturales con la CAV. El Gobierno de Geroa Bai realizó esta política razonable y se debería mantener. Bastante más que una burda exageración fueron las palabras de Javier Esparza de que en Navarra se producía un proceso soberanista semejante al catalán durante la legislatura pasada.

Gran número de euskaldunes han votado y votan a partidos españolistas, en parte porque el terrorismo provocó un enorme rechazo por Euskadi en un sector de la población que había amado lo vasconavarro, pero también porque en los años de plomo no existía una opción vasquista y progresista moderada consolidada (EA no conseguía generar excesiva confianza ni ilusión). La suma del vasquismo transversal y el nacionalismo democrático vasco representa una mayoría social fuerte en Navarra. En cuanto se presentó una lideresa con experiencia y capacitada para gobernar y con un proyecto sólido, el nacionalismo vasco alcanzó el Gobierno foral. Finalizada a priori esta primera etapa, conviene estabilizarlo de cara al futuro para repetir y/o superar aquel importantísimo logro. Por lo tanto, la aparición de Nafarroako Geroa Sozialberdeak puede resultar muy fructífera para los intereses de la sociedad navarra en su conjunto. Que abertzales, nacionalistas y vasquistas, más socialistas y socialdemócratas, hayan sido capaces de aglutinarse en torno a un concepto de sostenibilidad ecológica y trabajar juntos en un proyecto renovado puede producir un resultado más que notable. Habrá que darle, pues, un ongi etorri a este nuevo partido político. Probablemente, el PNV se comportará con total responsabilidad, como cuando sustentó la reelección de Uxue Barkos como diputada al Congreso y Nafarroa Bai ya se había descompuesto. Aquel enorme acierto podría continuar en las próximas elecciones con una apuesta decidida por una coalición exitosa que llevase al vasquismo o nacionalismo democrático en Nafarroa al lugar que le corresponde, o sea, al liderazgo. Y el apoyo natural sería el PSN, como en la CAV, pero también Unidas Podemos y EH Bildu podrían entrar en una alianza que alejaría sine die a la derecha regionalista del Gobierno foral.

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En la Comunidad Foral parece muy prematuro hablar de territorialidad, pero se puede fomentar el aprendizaje y la recuperación del euskera