Soy un vecino del pueblo de Oskotz, y a mediados del mes de julio, en una conversación informal con el presidente del concejo, le comenté mi sorpresa de que tanto los responsables del concejo como los del Ayuntamiento de Imotz no le llamaban la atención a un vecino y amigo nuestro por su exceso en ornamentar el terreno público de una zona del pueblo con árboles de gran porte, setos desmedidos y plantas voluminosas, y el presidente del concejo me explicó que en una reunión del concejo le concedieron el permiso para hacerlo. Aproveché ese momento de la conversación para exponerle si no sería mejor acondicionar en esos espacios públicos aparcamientos para los coches de los visitantes que vienen a la casa rural que este amigo regenta y así no incomodaría a otros vecinos. No me contestó nada, no dijo ni pío, me dio la impresión de que tenía prohibido hablar del tema. Ante la indiferencia por parte del presidente del concejo, y por otros motivos sobre actuaciones de este vecino, aproveché para argumentarle que todo parecía indicar que estábamos ante el comportamiento de un individuo, que además de disfrutar de un privilegio de por vida, respondía al típico cacique e intocable vecino de un pueblo, y así se quedó.Dos meses más tarde fueron a instalarme la fibra óptica en mi casa y los técnicos, al pasar por la parcela de este vecino, no encontraron la arqueta necesaria para guiar el cable por la canalización y por eso no pudieron darme el servicio. Informé del problema a los responsables del Ayuntamiento y éstos me respondieron con prontitud y me prometieron que en un periodo de no más de 10 días se resolvería el tema. Han tardado nada más y nada menos que 63 días en descubrir la famosa arqueta. ¿Dónde estaba?, pues en el lugar que todos los electricistas apuntaban y yo la recordaba desde un principio, pero que el susodicho vecino la tenía oculta bajo un depósito de compostaje de más de 500 litros. ¿Le denunciarán?, ¿le sancionarán?, ¿le amonestarán?, ¿le dirán algo? Ya les contaré en la próxima entrega.